Los actores lo llevan crudo

Es irónico porque por una parte se presta demasiada atención a los actores de una película, especialmente las películas comerciales, como si fueran ellos los que, en primera instancia, fueran capaces de llevar al gran público en masa al cine. Y en cierta forma así es: son un reclamo indiscutible. Pero por otra parte al trabajo de los actores, a su importancia y a su valor en el seno de una película, no se le otorga mucho mérito, quizá porque cuando son buenos en realidad no parece que estén «actuando». Y cuando se publica un libro sobre un actor o un grupo de actores siempre se escribe sobre sus éxitos o sus fracasos, y siempre es una estrella. No se ha escrito, creo, el gran libro sobre la labor de los actores en cine, y no voy a ser yo el que lo haga… aunque ganas a veces no me faltan.

Pues estos monos que salen en la pantalla (no es expresión mía, sino de mi profesor de dirección de actores…) son por una parte incomprendidos por el gran público, por otra poco estudiados por la crítica, y por otra muy pocas veces valorados por esos cinéfilos tipo Bracero y compañía, más preocupados porque la sombra de un plano signifique una decapitación que por los individuos e individuas que han de dar vida a un personaje, cosa nada fácil y que poco tiene que ver, aunque parezca lo contrario, con la interpretación en teatro. Pero todo esto no es la razón de que lo lleven crudo, sino porque casi todos ellos, incluso los mejores, necesitan algo más que una cámara para demostrar lo que llevan dentro… y eso lo consiguen solamente unos pocos, y aún así con grande dificultades. Y cuando lo consiguen, no es para siempre, porque dependen mucho del proyecto en el que participen, del guion que hayan firmado realizar, del director que les toque en gracia, y de que el montaje final respete su trabajo. Crudo no: crudísimo… aunque dicen que esa expresión ya no existe…

Muchos actores de carrera más bien mediocre, por no decir penosa, de pronto dan con un buen papel… y, oye, la cosa cambia. Y eso no tiene nada que ver con el estrellato, ni con conseguir un éxito comercial, ni nada de eso. Sino de hacer un buen trabajo interpretativo, o incluso un genial trabajo interpretativo. Y muchos actores que creemos geniales de pronto no dan con buenos papeles y… ya no parecen tan buenos actores, ya su filmografía y su talla artística queda empequeñecida. No hay manera. Recuerdo bien que durante décadas todos pensábamos que José Coronado era un mal actor, y va el hombre y se alía con el gran Enrique Urbizu y juntos hacen ‘La caja 507’ (2001), y tenemos a un actorazo. Pero la cosa no se para ahí, porque con Urbizu hace también la sensacional ‘La vida mancha’ (2003), y la magistral ‘No habrá paz para los malvados’ (2011) y la serie ‘Gigantes’ (2018), y de repente tenemos a un actorazo impresionante, a lo Burt Lancaster, a lo Alberto Closas. ¿Cómo es posible esto? Durante muchos años Adam Sandler se caracterizó por hacer películas basura, y un día le llama Paul Thomas Anderson y hacen ‘Punch-Drunk Love’ (2002)… ¡y el hombre de repente brilla!

Dejemos fuera de esta lógica a Daniel Day-Lewis y a Anthony Hopkins. Ambos han hecho películas mediocres pero brillan con tanta fuerza en ellas como en sus mejores filmes… milagros que pueden hacer algunos…

Antes de hacer ‘Brokeback Mountain’ (2005) y ‘El caballero oscuro’ (2008), Heath Ledger era un mal actor. Lo mismo le pasaba a Matthew McConaughey: antes de hacer de una tacada ‘Mud’ (2012), ‘Dallas Buyers Club’ (2013) y ‘True Detective’ (2014) era un actor totalmente mediocre. Ahora ambos son los mejores actores de sus respectivas generaciones ¿Y ellas? Halle Berry hasta que llegó ‘Monster’s Ball’ (2001) estaba ahí porque era (y es) muy bella, pero con esa película rozó el cielo interpretativo. ¿Y Zendaya? Era una actriz Disney sin el menor talento, pero luego llegó ‘Euphoria’ (2019)… Rosamunde Pike tuvo la enorme suerte de hacer ‘Gone Girl’ (2014) y de clavar un papel memorable, pero antes y después ha pasado casi desapercibida. Y así podemos seguir hasta el infinito.

Pero los «grandes» tampoco se salvan. Al Pacino no es ni la mitad de sí mismo sin la sombra de Coppola detrás, y muchos de sus trabajos son directamente mediocres. No te lo crees, hace de él mismo pasado de rosca. Aún peor lo de Robert De Niro, que tampoco es ni la sombra de lo que es cuando está al lado de Scorsese. Parece incluso un mal actor, lleno de tics, autocomplaciente, poco valiente, sin nada que aportar. Susan Sarandon, cuando no da con un papel a su altura, parece una actriz del montón, y eso que es una intérprete portentosa. Al final, casi siempre, la diferencia la marca el director, y esto pasa con los actores, con los operadores jefe (directores de fotografía), montaje… Pero en el caso de los actores necesitan ser valientes, necesitan arriesgar. Algunos se convierten en estrellas, como Tom Cruise, en productores de sus propias películas, y no hacen otra cosa que construir vehículos de lucimiento. Un actor ha de ir más allá, ha de lanzarse al vacío unas cuantas veces en su filmografía para que esa filmografía tenga algo que de verdad valga la pena.

Así que la próxima vez que veamos a un actor o una actriz que parece mediocre, insulsa, en una mala película, no nos precipitemos tanto, no digamos tan rápidamente que es un inútil, porque quizá dentro de tres o cuatro años, si tiene la cabeza bien amueblada y encuentra el papel adecuado, ese papel que le hace brillar, puede cerrar la boca a muchos. Así funciona esto. Y el director, si es alguien con algo dentro que contar, lo verá, y procurará que su montaje ayude a que el actor o la actriz vuelen, y si se entienden y son capaces de jugar duro de verdad, pueden crear algo memorable.

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