Siguiendo con el hilo de la película de Gareth Edwards sobre los eventos previos a Star Wars, la portentosa aventura Rogue One (2016), se hace casi obligado hablar sobre este subgénero, después de haber escrito la que yo creo es mi teoría definitiva sobre los géneros cinematográficos, y después de muchos años escribiendo sobre el tema y reflexionando con multitud de artículos y películas acerca de lo que significa la aventura, tanto en Cine como en Literatura. Se podría hablar de muchos subgéneros (la mayoría de ellos más tonos narrativos que otra cosa), como el terror, la comedia negra, la sátira o incluso el western estadounidense, pero una de las cosas que da sentido a la existencia tal como la conozco es precisamente la aventura al límite, el survival como forma de ficción.
Porque nada sucede por una azar, ni las ficciones se conforman, a lo largo de las décadas y los siglos, por un mero capricho. Todos los géneros tienen una razón de ser, y responden a codificaciones fuertemente configuradas. Y con la mayoría (no todos) de loS sub-géneros pasa exactamente lo mismo. En el caso de la aventura, se trata de una forma de ficción altamente codificada, que no admite pasos en falso ni temperamentos narrativos poco intuitivos, y en el que se han aventurado narradores –novelistas, cineastas– de todo pelaje, muchos de los cuales no deberían jamás ni siquiera haberlo intentado, porque posiblemente carecen del entusiasmo inicial que la aventura requiere, y sin ninguna duda no poseen la mirada dolorida y desesperanzada de los buenos narradores de aventuras. Pero podemos ir entrando en materia hablando de la misma esencia de este género tan maltratado, centrándonos lo más posible en Cine. Otro día si puedo me ocuparé de la Literatura, todavía más maltratada aunque algunos no sean capaces de verlo.
Los componentes de la Aventura
En primer lugar una aventura es siempre un viaje, un itinerario muchas veces suicida, en pos de algo, un objeto, una persona, una idea. Jasón en busca del vellocino de oro, Ulises en busca de Ítaca, Frodo en busca del monte del Destino para arrojar allí el dichoso anillo de Sauron. Lo que se quiera. Si no hay viaje, no hay relato de aventuras. En Cine se llaman erróneamente aventuras a muchas películas en las que los personajes no efectúan viaje alguno. Ahora bien, ese viaje contiene por lo menos dos condicionantes obligatorios:
1: El motivo del viaje acaba siendo secundario, pues a través de las relaciones entre los personajes y de las situaciones que van surgiendo, descubren que el motivo era en realidad otro, oculto para ellos, aunque en el fondo eran conscientes de él. Es decir, tiene lugar una anagnórisis: recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje o de otros, datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento.
2: El viaje ha de ser ante todo muy físico. No vale simplemente viajar en avión al confín de la Tierra, o en una nave espacial al confín de la galaxia. Ha de imprimirse en los personajes la sensación crucial de viajar, de estar en movimiento. No importa tanto el destino como el viaje en sí mismo. Y el lector/espectador ha de hacer ese viaje con ellos, ha de experimentar lo que experimenten los personajes.
En segundo lugar el personaje o personajes protagonistas responden a un arquetipo al que el narrador ha de saber imprimir una vida, una personalidad, quizá ausente en otro tipo de relatos. Quiero decir que los personajes de aventuras necesitan de un gran narrador para estar vivos, y si no lo están la aventura no le importa al receptor/espectador. No es que tengamos que identificarnos con ellos, es que debemos ser ellos, por muy diferentes que sean de nosotros. Ha de tener lugar una tensión psíquica que una a personajes y espectador en todo momento, y ha de lograrse una inmersión total en la historia. No caben muchas más figuras retóricas aquí. La ficción se ha de constituir en una segunda realidad para el espectador, muchas veces dolorosa, peligrosa, amenazante. Y los personajes protagonistas de esa segunda realidad casi nunca, o más bien nunca, son ciudadanos modelo. Más bien lo contrario: suelen ser marginados, perdedores, solitarios, desamparados, desharrapados, que se unen entre ellos y que como grupo consiguen cosas que por separado jamás podrían.
El personaje central de una aventura puede ser simplemente un viajero solitario, como en Samurai Jack, pero a pesar de esa soledad, irá encontrando amistades y ayudas a lo largo del (en su caso muy) largo camino. Si el personaje central es más de uno, como el caso de Jaws (1975, Spielberg), en el que tenemos a tres, es importante que sean muy diferentes entre sí, casi opuestos, y que estén mal avenidos, por lo menos dos de ellos. En los folletines de aventuras el villano y el héroe eran dos caras de una misma moneda. En la Aventura ambas caras de una moneda pueden formar parte del grupo de compañeros que parten a un destino común. Cuando son una decena de personajes, como en The Thing (1982, Carpenter), o incluso varias decenas, como en The Walking Dead, se impone un estudio en profundidad, por parte de su director y guionista, de las relaciones humanas, de la dificultad de encontrar un líder, de las parejas sentimentales que pueden ir surgiendo por el camino, de las enemistades, traiciones, alianzas secretas, pasados inconfesables… en suma un trenzado de situaciones y posibilidades que son las que designan a los verdaderos creadores de aventuras.
En cuarto lugar, en la Aventura se impone luchar contra un enemigo, o en una situación, de clara desventaja. Si se puede, ha de establecerse una aventura en la que los protagonistas tengan casi imposible ganar o que para conseguirlo hayan de sacrificar sus vidas. El gran Cine de Aventuras muy a menudo exige a sus criaturas ponerse en el abismo e inmolarse por algo más grande que ellos mismos. Se trata de celebrar la vida, de poner la aventura en un altar como la experiencia más grande que se puede vivir, pero con un coste insoslayable. Se trata, en definitiva, de hacer más llevadera la muerte, de demostrar que no es tan importante siempre que sepamos darle cierto sentido a nuestros actos.
Y en quinto lugar la Aventura exige a un director con una energía y un poderío narrativo que exceden con mucho las capacidades de un simple estilista o de un retórico (ambos muy respetables, dicho sea de paso) que en sus ficciones sólo quieran reflexionar sobre las posibilidades del Cine. Se trata de contar algo más grande que la vida y de llevar al espectador al límite con elegancia pero también con energía ilimitada. Las grandes aventuras producen una herida en el ánimo del espectador: quisieran vivirlas, pero al mismo tiempo saben que probablemente morirían incluso antes que los personajes a los que ellos quieren emular para tener una vida en la que algo, por muy pequeño que sea, tenga su sentido. La gran aventura siempre, sin excepción, cuenta la historia de un grupo de personajes que se enfrentan al orden establecido, a la moral reinante, que destruyen el tejido de la sociedad, porque encuentran un motivo para hacerlo y poseen la energía y la habilidad para conseguirlo. Y eso es lo que quisiéramos hacer nosotros: dar un puñetazo encima de la mesa, enfrentarnos a la moral, a la hipocresía y a la mentira de este mundo en el que vivimos, y cambiar las tornas, aunque ello conlleve un alto precio. Por eso la Aventura es el género más subversivo y emocionante de todos, porque sus personajes, pese a su miedo, sus inseguridades, su pasado o sus limitaciones son capaces de enfrentarse… no ya vencer, sólo enfrentarse a un poder mucho más grande que ellos.
Sería difícil hacer un compendio de las grandes películas de aventuras de todos los tiempos, pero aquí va un intento. Primero un ramillete (de menor a mayor altura poética) de los que quizá son los directores que más y mejor se han zambullido en la Aventura:
Steven Spielberg:
Jaws (1975)
Raiders of the Lost Ark (1981)
Indiana Jones and the Temple of Doom (1984)
Indiana Jones and the Last Crusade (1989)
John Carpenter:
Escape from New York (1981)
The Thing (1982)
Starman (1984)
Big Trouble in Little China (1986)
Prince of Darkness (1987)
They Live (1988)
James Cameron:
The Terminator (1984)
Aliens (1986)
The Abyss (1989)
Terminator 2: Judgment Day (1991)
Avatar (2009)
Y a continuación una lista en la que he elegido lo mejor de lo mejor de la Aventura de todos los tiempos, y algunas series que han llegado incluso más lejos que ellas:
Los grandes filmes de aventuras de todos los tiempos:
Seven Samurai (1954), de Akira Kurosawa
Lawrence of Arabia (1962), de David Lean
Aguirre, la cólera de Dios (1972), de Werner Herzog
Deliverance (1972), de John Boorman
The Man Who Would Be King (1975), de John Huston
The Wind and the Lion (1975), de John Milius
Star Wars (1977), de George Lucas
The Lord of the Rings (1978), de Ralph Bakshi
The Empire Strikes Back (1980), de Irvin Kershner
Dark Crystal (1982), de Frank Oz y Bob Henson
The Plague Dogs (1982), de Martin Rosen
Die Hard (1988), de John McTiernan
Ninja Scroll (1993), de Yoshiaki Kawajiri
Princess Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki
Kill Bill (2003-2004), de Quentin Tarantino
House of Flying Daggers (2004), de Zhang Yimou
Harry Potter, and the Prisoner of Azkaban (2004), de Alfonso Cuarón
Guardians of the Galaxy (2014), de James Gunn
Mad Max: Fury Road (2015), de George Miller
Rogue One (2016), de Gareth Edwards
Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018), de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman
Series:
The Walking Dead (2010-2022)
Samurai Jack (2001-2005/2017)
Vikings (2013-2020)
Completísimo post, veo que agregaste The Plague Dogs, una de esas películas únicas y muy duras de ver.
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Es un filme escalofriante y necesario
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