He visto (muchos hemos visto) infinidad de películas de todo tipo, la mayoría de ellas una porquería infame que no hay por donde cogerla. Pero también he tenido la suerte de ver muchas grandes películas, algunas de ellas de casualidad, otras por cabezonería, otras por simple morbo. He visto obras maestras absolutas cuando me esperaba nada y he visto maravillas que sabía, intuía, que iban a serlo… y después han sido muy parecidas a como me imaginaba. La mayoría de estas películas extraordinarias las he visto una y otra vez, siempre que podía, como un ritual. Pero todo ello comenzó, más o menos, a principios de los años noventa.

Ya conté un poco por encima lo que 1991 significó para mí, pero hablar de una época tan importante en la vida de cualquiera es algo casi imposible. Sólo se pueden hacer trazos, bosquejos, y poco más. Yo ya había visto cosas como Lawrence de Arabia (1962) o Doctor Zhivago (1965) y por supuesto no me había enterado de nada. También había visto El halcón maltés (1941), El sueño eterno (1946) o Johnny Guitar (1954), y otras como Ben-Hur (1959) o The Ten Commandments (1956), que en aquel momento me parecía lo más de lo más. Creo que había visto algún pedazo de El padrino (1972) y por supuesto muchas películas de dibujos animados, algunas realmente buenas, pero ya hablaré de esa época en otro capítulo de esta serie. Nací en 1979 por lo que a principios de los noventa yo tendría once o doce años cuando empecé a ver cosas que no me correspondían por mi edad. Ya conocía los westerns, ya había visto Alien (1979), ya sabía lo que era un bélico, ya sabía o creía intuir lo que hacían los guionistas, ya me había estremecido con Robocop (1987) o Aliens (1986). Pero en pocos meses vi Corazón salvaje (1990), Barton Fink (1991), Cyrano de Bergerac (1990) o Basic Instinct (1992), y fue cuando mi cabeza explotó. Creo que nunca ha vuelto a hacerlo de semejante manera, aunque en años posteriores he conocido momentos que se hayan acercado a ese.

Puede que hubiera más títulos (de hecho, seguro que los hay y ahora mismo no me acuerdo), pero con estos descubrí por primera vez lo que el cine, en cierta manera, era capaz de hacer, y que no había hecho con algunas de las películas que yo había venerado hasta entonces. Cyrano fue una de las primeras películas europeas que vi (junto con las películas de Kieslowski o de Polanski que echaban en la tele de cuando en cuando) que me hicieron entender que el cine europeo no tenía que parecerse en nada al estadounidense (mal llamado americano por muchos…). Basic Instinct fue la primera que me convenció de que en un thriller no hay límites, no puede haberlos, a la hora de mostrar la violencia y el sexo más salvajes… además de que no hay nadie filmado ambas cosas como cierto director holandés. Y con los filmes de Lynch y de los Coen (quizá el mejor de los Coen), entendí, antes incluso que muchas otras cosas que debiera haber entendido a esa edad y que no entendí hasta bastante después… que el Cine (como la Literatura) debe ser absolutamente libre… sobre todo a la hora de hacer sentir mal al espectador consigo mismo. De pronto me enfrentaba a dos películas que no me gustaba ver, pero que seguía viendo una y otra vez. Recuerdo que el filme de Lynch me parecía que en algunas partes estaba mal hecho a propósito, que los personajes no me gustaban, que era de una turbiedad casi insoportable. Recuerdo que el de los Coen me hacía sentir mal conmigo mismo por mis pretensiones de querer escribir cuentos o incluso de comprender lo que era el Cine. Ya había visto Miller’s Crossing y me había maravillado. Pero… ¿qué podía hacer con aquella historia de un autor de teatro metido a guionista de películas de lucha libre, tan acomplejado y antisocial? ¿Por qué aquella música, parecida a una nana, con la que comenzaba el filme, y aquella imagen de un papel de pared, me conmovían, me perturbaban y me fascinaban? No entendía nada ni podía entenderlo. ¿Quién era aquel escritor con el que se encontraba Barton y que tanto me atraía a pesar de su alcoholismo suicida? ¿Qué demonios me querían decir los Coen? Algunos años después, ya en cualquiera de las dos escuelas (la oficial y el Instituto de Cine) a los que fui, yo intentaba en mis prácticas repetir aquellas sensaciones pero ni siquiera lo sabía. Quería crear en mí mismo y en el espectador de mis cortos una sensación parecida a la Wild at Heart o Barton Fink, pero ni siquiera me daba cuenta, porque incluso me había olvidado de lo que habían significado para mí. Ahora, por suerte, puedo recordarlo.

Pero la cosa no paró, porque aquellos fueron años extraordinarios. Comencé a ir al cine yo solo con catorce, quince o dieciséis años porque las películas que a mí me interesaban ver casi nadie quería verlas. En 1994 vi Pulp Fiction y ya entonces creo que percibí que Tarantino quería hacer algo parecido a lo de Lynch, sin conseguirlo, a pesar de toda su frescura y descaro. Vi también, por suerte, Ed Wood, The Shawshank Redemption, Bullets Over Broadway, Rojo… yo en aquellos años era un chaval muy inseguro, y tardé mucho tiempo en dejar de serlo. Algunas películas me daban miedo, porque pensé que no sería capaz de entenderlas, que quién me creía yo para ir a verlas sin más, que iban a proponerme algo que yo no iba a poder soportar o que no iba a poder gestionar. Pero recuerdo que con trece años, entre tanto estreno extraordinario, me vi por primera vez entera, desde el principio hasta el final, Apocalypse Now (1979. Además la vi de madrugada, a escondidas de mis padres, antes de ir al instituto. Eso daría para otra entrada. La cascada de emociones, de ideas, de pensamientos, que me provocó aquel visionado era como sublimar todavía más lo que había experimentado con Wild at Heart y con Barton Fink. Era una película que al mismo tiempo me aplastaba sin conmiseración y me hacía sentir una euforia única. Y además… me daba vergüenza haberla visto, porque sabía que ese filme todavía no era para mí, que ninguno de mis amigos querría verla o le interesaría, y que me quedaba muy grande. Desde entonces la he vuelto a ver incansablemente, con la esperanza de estar a su altura algún día… Pero estaba con las películas nuevas de los noventa. En 1996 fui al Cine a ver, no recuerdo bien por qué, un filme que se titulaba Breaking the Waves. Su visionado me recordó bastante al de Apocalypse, porque me destruyó. También vi Fargo, que me gustó mucho pero cuyo visionado no me impactó tanto como el de Barton Fink y recuerdo que me sorprendió mucho que se llevara el Oscar a mejor guion original o incluso tantos parabienes estando en su filmografía la otra película. Cuando eres un chaval cinco años de diferencia te parecen un abismo.

Finalmente en aquella década maravillosa, en la que yo me sentía muy solo, muy abrumado por todo, incapaz de creer en mí mismo (y aún tardaría décadas en hacerlo), vi The Thin Red Line, y no me gustó verla. Tardé seis meses, por lo menos en entender lo que había visto. Y luego esperé con paciencia a poder volver a verla. Cuando lo hice me di cuenta de estaba viendo algo muy similar a Apocalypse Now y que era normal, lógico, que un ignorante como yo no hubiese entendido nada al primer visionado. Vi muchas más películas por supuesto, algunas de ellas tan extraordinarias como la que he nombrado, otras muchas (muchísimas) nefastas, que aún así me gustaban, me hacían sentir bien conmigo mismo, me daban lo que yo creía que necesitaba en aquel momento, o lo que esperaba que el Cine pudiera darme. Pero las nombradas, y algunas más, me habían dejado una huella cuyo alcance he tardado mucho tiempo en comprender, y que por muchos años, años oscuros y terribles y llenos de pequeñas tragedias y pérdidas y desamparos personales, había olvidado. Pero fueron los años de la revelación, y no voy a volver a olvidarlos mientras viva.

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