El infierno es el mundo en el que vives

Que si el Gehena, el Tártaro, el Helheim, el inframundo, el Hades, el Averno… que si una entidad teosófica o una realidad mental. No hace falta seguir buscando.

Imaginemos un mundo en el que los derechos humanos fueran papel mojado, en el que personas de cualquier edad y condición fueran esclavizadas, sometidas… o en el mejor de los casos obligadas a trabajar si quieren seguir subsistiendo, en el que se estuviera a merced no de lo que dicen los políticos y los supuestos líderes a los que en teoría se ha elegido, sino personas que se encuentran muy lejos de donde estás y a los que sólo les importa el poder y la fama.

Imaginemos ahora un mundo en el que los animales murieran por cientos de millones al año, no para alimentar a otros animales como nosotros mismos, lo que ya sería bastante grave, sino por guerras, por hambre, por experimentos con ellos (en los que se les inyectaría todo tipo de sustancias y se les sometería a todo tipo de vejaciones), por diversión, por fama, por dinero. Un mundo en el que los animales nos temieran, nos evitaran… en el que no fueran más que objetos de compra-venta, en el que no fueran más que elementos decorativos a pesar de compartir con nosotros un 87 o un 98% de su ADN, en el que fueran torturados y obligados a matarse entre ellos para solaz de los seres humanos.

Imaginemos un mundo en el que, salvo unos pocos privilegiados países, el resto fueran países en los que la pobreza, el fundamentalismo, la violencia, el odio extremo a las mujeres, al diferente o al extranjero, fueran la norma, en el que las religiones se inmiscuyeran en cada uno de los aspectos de la vida de todos los habitantes y ciudadanos, en el que la vida costara menos que la bala, o la navaja o los puños empleados para quitarla. Un mundo en el que el miedo, la marginalidad, fueran la norma.

Ese mismo mundo, para no salir de él, en el que los supuestos países ricos o «civilizados» o «avanzados» son un marasmo de corrupción y de hipocresía, de malignidad y de postureo, en el que los políticos y los líderes que nadie elige están ahí para propagar odio y disensión todos los días de su vida en todos los días de nuestra vida, un mundo en el que los intereses económicos de unos pocos están siempre por delante de la calidad de vida, la mínima, de muchos, de la mayoría.

Imaginemos, también, que ese mundo del que estamos hablando es un mundo en el que las artes antaño quizá excelsas agonizan en un fango de «divertimento» y de «entretenimiento», en el que la Música o la Literatura hayan desaparecido para dar paso a basura comercial, en el que el prometedor Cine se haya convertido en una entidad en peligro de extinción, en el que otras artes ya nada importen a casi nadie… pero que en el pasado siempre aplastó y ninguneó a los genios, les quemó vivos, les aplastó, les aniquiló simplemente por pensar diferente, por ir adelantados, por llamar a las cosas por su nombre.

Imaginemos, para terminar de pintar el dantesco cuadro, que es un mundo en el que millones de personas, pocas en comparación con el resto, pero aún así muchas, creen vivir en libertad, creen que la felicidad es más que una opción, que es un derecho que nadie puede quitarles, que viven engañados pensando que el mundo es un lugar maravilloso en el que triunfa la justicia y la bondad, cuando en realidad viven en una prisión decadente que en cualquier momento se vendrá abajo y se devorará a sí mismo.

¿Sería muy complicado llamar Infierno a ese mundo? ¿Verdad que no? Pues es el mundo en el que vivimos todos nosotros, todos los días de nuestra vida, hasta el día de nuestra muerte.

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