Algunos van a pensar que yo odio Estados Unidos, después de unos cuantos artículos contra su espíritu invasor y belicista, y de otros como este, en el que voy a hablar un poco de las infinitas mentiras que nos han colado. Pero nada más lejos, sólo odio la manipulación, la mentira y la supremacía como forma de vida, y tal como explicaré en el próximo artículo no siempre EEUU es así…
La propaganda nazi duró unos pocos años. No llegó a dos décadas de existencia. Les sirvió para poner patas arriba al continente entero, para iniciar el segundo suicidio en veinte años de las élites alemanas y para cargarse a millones de personas. Aprendieron de la mejor de todas: la de Napoleón, que ciento treinta años antes ya la lió parda en Europa, convirtiéndose en el primer genocida de la historia contemporánea. Pero hete aquí que llevamos mucho más tiempo con otra propaganda, aún más sutil, más mortífera y más global: la de los EEUU de América como un país heroico, libertador, conquistador y con un Destino Manifiesto. La de un país-continente (se llaman América a ellos mismos, como asumiendo que el norte y el sur es suyo por derecho) que va a llevarnos, tiempo al tiempo, a todos al apocalipsis. Ya he escrito alguna que otra vez sobre el imperio más destructivo de la historia de la humanidad. Ahora vamos a hablar un rato sobre su Cine.
Desde que era un chaval, cualquier cinéfilo de medio pelo, de esos que dicen que adoran el Cine pero lo único que hacen es ver las películas de un solo país («críticos» incluidos, como Pumares o Boyero) se ha pasado el día dando la turra conque el «Cine Americano» (en lo sucesivo CE, de Cine Estadounidense) es el mejor del mundo, porque cuando no tiene los mejores actores y directores, tiene las mejores historias, y cuando no los mejores presupuestos. Que el CE es el más épico, el más espectacular, en el que todos se fijan, el más divertido y el que más funciona a la hora de disfrutar de la «magia» de ver el Cine. A su lado el Cine español es cutre, y el de Europa es para gafapastas. Cualquiera que esté leyendo esto y tenga un poco de memoria sabe que lo que estoy diciendo es verdad. Además allí tienen el «género de géneros», el Western, tienen a John Ford y a John Wayne y un star-system, y los Óscar, y Hollywood y todo el mundo quiere trabajar allí y hacerse rico y famoso. Por supuesto que sí. Y ahora que no está Ford está Eastwood, y cuando ya no esté Eastwood estará otro parecido, otro muy viril y muy «americano» que le enseñará al mundo cómo se hace Cine…
Bien. El Cine es la maquinaria de propaganda más importante de la historia de la humanidad, y esto las élites de EEUU lo han entendido desde el principio. No en vano las dos potencias que más duro le dieron al Cine para exaltar sus ideales, y que más invirtieron en grandes estudios desde sus albores, fueron la Alemania pre-nazi y los EEUU. Sabían bien lo que se jugaban: ni más ni menos que la atención y el favor del público y la opinión y el gusto de la masa acrítica. La Alemani Nazi se fue a la mierda… pero quedaron los EEUU, que desde los años treinta (y ya van casi cien años de nada…) se ha dedicado a expandir su mercado potencial de películas al mundo entero, mientras acoraza el suyo propio. Recuerdo bien ese deleznable documental (por llamarlo de alguna manera) llamado The Movies (no The American Movies, no… The Movies a secas) en el que solamente hablaban de su Cine y de su gente. Y, oye, tampoco es plan de negarles la mayor. Allí han trabajado y siguen trabajando extraordinarios cineastas, y allí han conseguido grandes logros narrativos y conceptuales (de los que hablaré en ese futuro artículo arriba mencionado), pero allí se han fraguado décadas de mentiras acerca de los dos siglos y pico de existencia de ese «país» que no es un país sino más bien un chiste en demasiadas ocasiones llamado EEUU.
Y no me refiero al hecho de que las típicas películas de Hollywood acaben bien, con los buenos venciendo a los malos, con el clásico beso final del héroe y la chica desvalida… tampoco me refiero a esas peleas en las que de un trompazo les rompen una silla en la cabeza y siguen tan campantes, de esos tiroteos en los que un tiro en el hombro «es un rasguño» y que se operan con un trago de whisky… y tampoco a esas películas de polis en las que investigan muy bien, o en las que el héroe policía es un poco borrachuzo y un poco sinvergüenza pero tiene el corazón noble y es valiente y sacrificado. No me refiero a nada de eso. Todo eso es pecatta minuta. A lo que me estoy refiriendo es al inmenso esfuerzo que miles de cineastas y técnicos y productores han llevado a cabo durante décadas para pintarnos un país que no existe, para ocultar un pasado escandoloso, para convertir sus genocidios y sus masacres en valientes aventuras, para hacer pasar por verdades incontestables las más grandes mentiras que ninguna industria, ni siquiera la editorial, ha contado jamás a la humanidad. Y el que piense que todo eso es casual y producto de un exacerbado pundonor que lo piense dos veces. Esto está perfectamente orquestado y preparado para que nos traguemos lo intragable, y para que los tontos europeos se crean que América es el país de las oportunidades, de la hamburguesa, de la felicidad, la coca-cola y la libertad sin límites.
Resulta que América del Norte la descubrieron y la colonizaron los exploradores anglosajones (con raíces quizá holandesas, irlandesas o alemanas), que los nativos originales eran una panda de animales a los que les encantaba arrancar cabelleras para divertirse, que los muy nobles y valientes colonos instauraron una de las primeras democracias liberales en el mundo, que los padres de la patria eran grandes pro-hombres dueños de visión de futuro y de humanidad sin límites, que la I y la II Guerra Mundial la ganamos gracias a esos valientes soldados, y que su policía es la más preparada del mundo y la más incansable luchadora contra la corrupción.
Ni una sola verdad, ni siquiera media verdad, esconde la frase anterior.
De todos los géneros, los que más y mejor han cultivado los gringos son el Western, el Bélico y el Policíaco (o Noir), aunque en realidad su Western tiene mucho de Género Histórico, y su Noir mucho de Western. No es casualidad tampoco. Saben bien que mintiendo sobre el pasado (con el Western), mintiendo sobre las guerras (con el bélico, obvio), y mintiendo sobre el presente (con el Noir), lo tienen más fácil. Y además mienten maravillosamente, con actores y actrices atractivos, con un gran aparato de producción, con esa forma de contar mentiras tan anglosajona, tan shakesperiana, consistente en epatar al espectador y colarle gato por liebre. Así, nos hemos tragado que los nativos americanos eran los malos, y que los invasores blancos y genocidas que les enviaron a reservas a morir de hambre (y que cuando se escapaban para no morir demostraban ser las bestias que eran) eran los buenos. Nos hemos tragado que la II Guerra Mundial la ganaron ellos, a pesar de que entraron en la guerra solamente por Pearl Harbor y que lo que hicieron fue más lucrarse que luchar. Y nos hemos tragado que allí la policía y la corrupción son antítesis mientras no dejamos de ver en la tele cómo la policía acribilla a jóvenes negros desarmados y se niega entrar a un colegio en el que están masacrando a niños de ocho años…
Es para quitarse el sombrero. Y ahora nos han hecho creer que Rusia son unos invasores, después de querer ellos poner bases nucleares y tropas a tiro de piedra de Moscú, con el beneplácito de la criminal OTAN, anulando la capacidad de la ONU para hacer nada relevante. Los pocos cineastas que han plantado cara al status quo han sido aplastados y ninguneados, y ahora vamos a tener que tragarnos que probablemente iremos de cabeza a la III Guerra Mundial porque los rusos son muy malos y ellos, los cándidos estadounidenses de ojos azules, con su maravilloso CE, con sus armas químicas y con su beligerancia por todo el globo, son los ángeles que se enfrentarán a los diablos… justo antes de que antes presione el botón y nos vayamos todos a la nada más absoluta. Lo han hecho a la perfección.
Una respuesta a “Las infinitas mentiras del Cine Estadounidense”
[…] no es una retractación del intenso artículo que publiqué ayer, más bien una disertación complementaria. Lo que dije ayer lo sigo manteniendo y posiblemente lo […]
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