GN’R

Guns N’ Roses era la banda que nos gustaba a más de los que querían reconocerlo, mientras los puristas se deshacían en elogios hacia otros grupos menos «comerciales» o como mucho alababan el primero de sus discos, el mítico Appetite for Destruction de 1987, y despreciaban la megalomanía posterior. La gran banda de todos los tiempos era Queen, y la más grande de metal era Metallica, y los «gansos rosas» eran una mariconada para nenas.

Y tenían razón, en parte. Tenían razón cuando decían que Metallica duraría más tiempo que ellos, cuando repetían machaconamente que Axl Rose era un bocazas y un pirado que provocaría que la banda se fuera a tomar por saco, que los Guns querían ser una mezcla de Queen, Led Zeppelin y los Stones y que rara vez lo conseguían. Pero no tenían razón en muchas otras cosas, como que no serían recordados, que sus canciones y álbumes posteriores al Appetite eran mediocres y que su legado desaparecía rápidamente. Porque los Guns tenían algo, y siguen teniendo algo varias décadas después, cuando parece que el rock no es capaz de revitalizarse con nuevas figuras y ha de tirar de viejas glorias. Los Guns son una de esas leyendas que solamente se agranda con el paso del tiempo porque pese a sus carencias, sus locuras y su fugacidad, representan el espíritu puro del rock. Precisamente por esos aspectos y por ese aura maldita inherente a los más grandes.

Los Guns nos gustaban al principio porque eran una panda de arrastrados, de yonkis y de borrachos que habían surgido de la nada, durmiendo en coches o en camiones, o en pisos de amigos, o en la puta calle. Macarras con talento que tocaban en garitos nauseabundos con equipos de tercera, desgañitándose y rociando de cerveza a los que asistían, cada vez en mayor número, a sus directos, provocando peleas o participando directamente en ellas, tratando de desengancharse de la droga mientras se enganchaban a la fama inesperada. Flacos, violentos, peligrosos y desesperados. Hubo algunos grupos así pero ninguno como la banda liderada por ese sociópata de libro que fue, y sigue siendo, William Axl Rose (acrónimo de War, guerra). Era un orgullo que aquellos gamberros hubiesen publicado un disco tan bueno como el Appetite y que se convirtiera en el debut más exitoso de la historia de la música. Tú querías ser violento y amargado y terrible como ellos, y no el pringado que eras en tu casa, obediente y buenecito. A través de su música, de manera vicaria, te convertías en otra cosa, en aquello que anhelabas demostrar que eras y que el mundo (en realidad tú mismo con tus limitaciones y tus miedos) y las circunstancias te impedían ser.

Y por supuesto que escuchábamos AC/DC y Metallica como locos, pero algunos no nos avergonzábamos, como muchos otros, de escuchar también GN’R de manera casi obsesiva. Es decir, todos los santos días, en el walkman primero y en el discman después, y puedo decir aquí que muchas de sus canciones fueron un disparadero extraordinario a mi vida creativa, tanto en mis dibujos, como en mis historias y las películas o cortometrajes que soñaba algún día con llegar a hacer. Porque AC/DC era la electricidad y Metallica era la cadencia y el poderío, pero GN’R era otra cosa: era una inasible lírica, un sonido urbano y sucio, incluso en el magnífico y denostado Use Your Illusion, que te transportaba a otros lugares, que te proporcionaba otros colores y otras sensaciones. Era un estilo de vida, una forma de entender tu propia juventud. Y como todo eso se rompió demasiado pronto, porque a mediados de los noventa ya estaba claro que la banda estaba hecha trizas, se añadió un sentido de pérdida, de nostalgia inherente y veloz, quizá la primera que sentimos en nuestras vidas, mucho mayor que la prematura y trágica muerte de Cobain (también anunciada). Los Guns seguían, pero solamente con el desastroso Axl y con miembros nuevos, pero no sacaban disco, ni lo sacarían hasta 2008, el muy poco estimulante Chinese Democracy.

Pero cuando parecía imposible que se reconciliaran, sucedió el milagro. En 2016, veinte años más tarde de mandar al infierno al egomaníaco Axl, el mítico guitarrista Slash y el buen bajista Duff McKagan regresaron al seno de la banda, y desde entonces vienen haciendo directos por todo el mundo, demostrando que incluso lo imposible puede suceder, y que las bandas míticas que se rompieron demasiado pronto pueden volver a unirse para que sus antiguos seguidores, los que entonces tenían quince o veinte años y ahora tienen cuarenta y tantos, puedan por fin verles tocar sus grandes temas. y es que por alguna razón Axl sigue reteniendo esa voz rota y heavy (quizá la voz más heavy y grave de la historia del género) y Slash sigue siendo ese guitarrista de fantasía incapaz de seguir el ritmo en los directos pero capaz de improvisar con solos portentosos. Y así podemos volver a pensar que somos jóvenes y que tenemos por delante aún juventud que malgastar con sueños que no van a cumplirse y con mundos que no van a cambiar por más que lo deseemos con todas nuestras fuerzas.

Maravilloso el video de la también maravillosa Sweet Child O’ Mine:

Magnífico aquel Patience aunque el vídeo era bastante bobo:

Aunque para bobo el de la soberbia November Rain:

Pero el mejor vídeo que grabaron nunca, y probablemente la obra maestra de los Guns, sea Estranged:

Y vale ya de baladas, porque también hay vídeos míticos de las cañeras:

Y de las más rockeras:

Conseguir una entrada para un concierto, si es que vuelven por España, va a ser misión imposible. Así que de momento sólo resta seguir escuchándoles como hace treinta años, porque hay algunas cosas que afortunadamente nunca cambian.

4 Comments

  1. En la época que estaba descubriéndo la música, por suerte un familiar era fanático del rock en general y me hizo conocer principalmente a los Guns, Nirvana y Pink Floyd, no me voy a olvidar la primera vez que escuché Don’t Cry, Welcome To The Jungle o November Rain, hoy con el tiempo si me tengo que quedar con un tema, es díficil pero creo que sería Rocket Queen, un temazo absoluto. Ahora están por tocar en Argentina, en el estadio de mi equipo, qué lindo sería vivir cerca para asistir, todo un privilegio los que los vieron en vivo en su momento y los que tienen esa posibilidad ahora.

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