Sobre ‘Blonde’ y la negativa a hacer crítica cinematográfica

Que Andrew Dominik es un talento raro, esquivo y a la postre exuberante, es algo que algunos tenemos claro desde aquel ya lejano primer filme, titulado Chopper (2000), que ya nos dejó descolocados y con ganas de más, y que se ha visto confirmado con posteriores trabajos. Pero este cineasta australiano, que no tiene prisa, que presenta una nueva película cada siete, o cada diez años, ya ha cumplido los 55, y al igual que algunos grandes, no se mete presión para inflar su filmografía con títulos alimenticios o menores, y ya en 2007 deslumbró con su extraordinaria The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, un western lírico en el que aunaba una mirada a lo Malick y las imágenes perturbadoras de Deadwood para crear uno de los filmes estadounidenses más originales en lo que llevamos de siglo. No quedó ahí la cosa, y en 2012, de nuevo con Brad Pitt, firmó un título noir rotundamente anti-comercial, que se salía por los márgenes de su marco para ofrecer una experiencia sensorial y anímica de primer orden con Killing Them Softly. Pero Dominik no es como Fincher: no es un director estrella capaz de filmar películas personales. Es un desconocido que levanta un proyecto cuando puede y sin agobios, tratando de cerrar, cada vez, una pieza casi única…

Y así ha sido de nuevo con este Blonde que es, desde su nacimiento, uno de los filmes del año, le pese a quien le pese (y parece que les pesa a muchos), que se zambulle con ímpetu casi suicida en la adaptación de la famosa novela de Joyce Carol Oates sobre uno de los mitos por antonomasia del siglo XX, y probablemente el más trágico y definitorio de todos en el ámbito estadounidense. Se trata de un filme poderoso, quizá irregular en algunos tramos, con algunas de las imágenes y algunos de los planos más pasmosos en lo que llevamos de década, y en el que Ana de Armas, milagro, se convierte en actriz (cuando todo parecía indicar que sería incapaz de ello…), dejándose literalmente la piel en el empeño y saliendo triunfante a la hora de dar vida a ese mito. No es poca cosa. Dominik, que además se encarga del guion en solitario, filma una zona introductoria magnífica, durísima, tenebrosa, dedicada a la infancia de Norma Jean, y a continuación propone un viaje que es una verdadera pesadilla por las bambalinas del Hollywood más hipócrita, sórdido y machista que quepa imaginar (que por otra parte tiene visos de ser demasiado real…). Pocas veces hemos asistido a una crítica tan feroz de los tejemanejes de las grandes majors, de sus chantajes a las grandes estrellas, de la misoginia brutal que dominaba cada una de las esferas de creación de una película. Blonde es el filme más anti-hollywood en unos cuantos años de cine.

Y sin embargo, por enésima vez, el grueso de la crítica «profesional» no ha estado a la altura de las circunstancias, ni en EEUU ni en España. Pero vamos a centrarnos en España… cuyos críticos, la mayoría, han repetido las mismas cosas que los del otro lado del Atlántico…

A este filme se le podrían haber reprochado algunas cosas, quizá de forma severa. Eso puede hacerse con la mayoría de las películas, de las series o de las novelas, así se trate de títulos magníficos. Pero hay que hacerlo bien. Al contrario de lo que le pasa a mucha gente (tal como compruebo en Twitter día sí y día también) yo no me ofendo si a una obra que a mí me parece excelsa alguien, con buenos argumentos, la cuestiona. Del mismo modo, cuando yo doy los míos, me da igual quién se ofenda porque eso es decisión suya. Ahora bien, me gustaría que cuando alguien se hace llamar crítico cinematográfico (o literario…) alguna que otra vez ejerciera, y no siempre se dejara llevar por los lugares comunes y las ideas al uso que demasiadas veces han enfangado ese ya de por sí difícil oficio. Con el estreno de Blonde vuelvo a preguntarme si muchos que se dicen ser críticos y cobran un sueldo por ello no deberían dedicarse a otra cosa: a ser activistas, influencers en youtube, sociólogos o curas. De hecho, cada vez estoy más convencido de que muchos críticos no son cineastas frustrados, sino sacerdotes malogrados.

En el caso de Blonde, lo tenían fácil: con todo el jaleo del #MeToo, han mirado con lupa, y con muy poco acierto, la tragedia de esta excelente actriz de comedia, acaso la estrella más sexualizada de la historia del cine, y han afilado bien los cuchillos, pero quienes han quedado en ridículo son ellos, exigiendo que el filme fuera algo que no tenía por qué ser, ya que me temo que un artista tiene todo el derecho a contar la historia que le de la gana, y como le de la gana. Pero resulta que ya no pueden ejercer ese derecho, y mucho menos con la Monroe, a la que han erigido de mártir de la causa (una más), y como tal mártir ungida por los sacerdotes (los/las criticos/as), de tal modo que si se quiere hacer un filme sobre su vida y avatares hay que hacerlo todo muy blanco, ha de quedar como una luchadora feminista, como una flor genial aplastada por los hombres, y la mirada del director (aunque preferiblemente debería ser una directora…) ha de plegarse en todo momento a la de la figura sojuzgada por el matriarcado. ¿Y qué hace Blonde? Pues todo lo contrario, de ahí las iras y los ataques de muchos (sobre todo de muchas…). ¿Cómo se atreve a comenzar el filme con el famoso plano del vestido blanco flotante? ¿Por qué no se cuenta que era una mujer fuerte, que montó su propia productora, que defendió los derechos civiles de la minoría, en lugar de volver a contar que era una mujer muy atractiva a la que se rifaban los hombres y las productoras como si fuera un pedazo de carne? ¡Habrase visto tamaña ignominia!

La crítica de cine habla de todo menos de cine. Nadie habla de cómo está hecha la película, ni de la visión de los cineastas, ni de la construcción o pertinencia técnico-narrativa, conceptual o estilística. Este caso me recuerda al de Mad Max: Fury Road, en el que algunas feministas abominaban de la película… ¡porque salían mujeres en taparrabos!… ignorando de hecho que se trata de uno de los filmes más furiosamente (nunca mejor dicho) feministas de lo que llevamos de siglo. Pero esto es lo que hay: los periodistas se convierten en pseudo-novelistas, los novelistas en pseudo-editores y los críticos en pseudo-sacerdotes de la moral. Todo lo que haga falta, antes de hacer aquello por lo que se supone que te pagan.

Uno de los grandes males del cine actual reside precisamente en el hecho de que la crítica se ha borrado de sus funciones. Y sin crítica competente es muy difícil que el cine brille.

5 Comments

  1. Un botón de muestra:
    «Mi problema es que me aburre el personaje y también me crispa. La belleza de esta señora es evidente [Ana de Armas]. Y su certidumbre de que ha encontrado el papel de su vida. Pero me cansa.»
    Carlos Boyero: Diario El País

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    1. El que cansa es el Boyero, macho. Llamarte crítico cinematográfico y saber decir eso únicamente sobre esta película creo que te retrata bastante… Un superficial y un frívolo que no sabe de lo que habla: eso es lo que me ha parecido siempre el amigo, al menos en sus «críticas».
      Un abrazo, Futbolín.

      Le gusta a 2 personas

  2. He visto la película y me parece aterradora, muy bella, inteligente y cruda; no hay compasión alguna en ella ni medias tintas, es fiel a sí misma y a su lógica interna.
    No soy ningún experto en cine, pero reconozco una obra de arte cuando la veo —aunque sea irregular y desequilibrada—; y esta película lo es. Es de sentido común y de tener un poco de espíritu crítico, creo yo.

    Le gusta a 2 personas

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