Sobre anti-literatura y narrativa atroz, mezcladas

Hablemos un poco de Literatura. La gente no habla de Literatura, habla de libros de moda. Es un aburrimiento absoluto, pero siempre se puede ignorar el aburrimiento y hablar de cosas mucho más interesantes.

Algunos distinguimos (no soy el único ni me invento nada, salvo cuando doy mis propias teorías) entre Literatura y Narrativa, si bien en la una puede haber la otra. Pero para entendernos, existen o han existido –me inclino más por lo segundo, en esta deprimente actualidad– escritores que intentaban hacer Literatura, y existen escritores que intentan otra cosa, no necesariamente Literatura, sino más bien Narrativa, quizá con algunos ribetes, algunos rastros de Literatura, pero sobre todo Narrativa. Soy de la opinión de que la verdadera, la gran Literatura tiene poco de Narrativa, y de que quizá la Narrativa tiene poco, aunque algo más, de Literatura. Pero para valorar una novela o un conjunto de relatos, hay que tener claro este punto: ¿qué andaba buscando el autor? Como dijo una vez Jose María Guelbenzu en una de sus críticas: «Toda novela ha de recibir la crítica que merece y la idea de merecimiento está indisolublemente unida a la intención que le dio vida, es decir, a la ambición con que se inició y se concluyó».

A partir de este punto, es muy fácil valorar las obras, por llamarlas de alguna manera, que habitualmente se publican y que se leen y que se venden, tanto en España como en cualquier otro lugar del mundo. Y así establecemos que el 99,99% de los escritores pretenden hacer Narrativa, y que el 0,01% quizá intenten hacer Literatura. Es como en el Cine, pero hablemos de Letras en esta ocasión. El problema reside, claro, cuando de ese 99,99% de escritores que intentan, es un decir, hacer Narrativa, con la excepción de Stephen King –que a veces tampoco está fino– y algunos parecidos, no consiguen hacer algo medianamente solvente, medianamente decente, pero aún así consiguen colarnos goles con la inapreciable ayuda de los medios de comunicación y una crítica literaria que quizá pasará a la historia como la más venal, vendida e incapaz de los últimos doscientos años.

Centrémonos en autores españoles, para no tener que irnos muy lejos, pero lo que se aplica a ellos también se aplica a todos los Ken Follett del ancho mundo, que harían cualquier por vender un millón de ejemplares excepto construir un relato sólido y narrativamente aceptable. Que haya lectores –¡e incluso críticos!– que digan y escriban en medios importantes que gente como Ildefonso Falcones, Carlos Ruiz Zafón, Juan José Millás, Eduardo Mendoza, Rosa Montero, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo o Almudena Grandes son excelentes narradores es algo asombroso, porque a pesar de que no todo lo que han escrito es detestable, su sentido de la narrativa, sus narraciones construidas son muy pobres, y esto no es una opinión, es un hecho. Basta conocer un poco de Literatura y un poco de Narrativa para comprender que ni uno de ellos (salvo quizá Marías) ha intentado hacer lo primero en toda su vida, y en cuanto a lo segundo han alcanzado niveles paupérrimos e incluso ridículos en algunas de sus novelas (que también estaría bien analizar si de verdad son novelas y no relatos de trescientas páginas). Y yo creo que esto sucede, sobre todo, porque no tienen ni idea de Narrativa y de lo que esta supone para un escritor y para un lector.

Cuando se comparan las novelitas de toda esta panda tan elogiada en algunos medios con una novela de Ken Follett o de Stephen King, por poner dos ejemplos harto conocidos, se ven las lagunas en la construcción de los personajes, de los eventos, del entramado y de la narración en sí que todos estos periodistas venidos a escritores, en la mayoría de los casos, lucen en sus trabajos. Hacer Narrativa es algo muy serio, pero estos señores y estas señoras intentan hacerla como si fuera Literatura, y esto como si fuera Narrativa, creyendo que amontonar detalles o contar trivialidades es ser realista y racional, cuando es una forma anquilosada de costumbrismo. Aunque ya les gustaría ser costumbristas. Tomemos por ejemplo a Almudena Grandes.

Tras su muerte su figura se ha visto agrandada por unos cuantos medios. Ahora mismo pareciera que fuera la gran dama de las letras españolas, pero la mejor de sus novelas, la primera de todas, no pasa de erotismo chusco y de creación de caracteres y situaciones muy elemental, a partir de lo cual no se puede extraer casi nada de Narrativa. Claro, comparada con Juan Gómez-Jurado o Arturo Pérez-Reverte, casi parece una buena escritora, pero su estilo es atroz, esto es, muy poco narrativo, carente de fuerza expresiva, de imágenes, de vida en definitiva.

En su lado opuesto está Javier Marías, considerado casi un genio por gente tan poco cabal como Alberto Olmos o el mismo Pérez-Reverte. Él, como el propio P-R, creía que hacía Literatura, pero lo que hacía era una suerte de Narrativa sincopada, de argumentos que pretendían ir de profundos e intelectuales, con una prosa enrevesada, recargada y hasta barroca, pero que como Grandes era un narrador atroz.

Lo peor de todo, es que la gran mayoría de la gente no lee ni a Grandes ni a Marías, sólo una pequeña parte de la gente que compra libros. La mayor parte de la gente que compra libros a autores españoles lo hace a Pérez-Reverte o a Gómez-Jurado. Lo divertido es que tanto uno como otro, que escriben una narrativa nefasta, plagada de clichés, de ideas de parvulario, con construcciones dramáticas muy deficientes, con una carencia de estilo y de recursos narrativos abrumadora, que nos cuentan películas en lugar de novelar, se creen que hacen Literatura. Ambos. Creen que los libros que ellos escriben son Literatura, quizá en una forma más comercial pero Literatura al fin y al cabo. Pero lo que estos dos señores y otros muchos como ellos consiguen hacer con cada uno de sus relatos de 700 páginas es Anti-Literatura, y es por eso por lo que la gente les lee. Si hicieran Literatura no les leería nadie.

La Literatura va de la mano con la Música y la Pintura. A ese tren se subió el Cine, hace ya ciento veinte años, un poco como polizón, pues el Cine no puede competir con ninguna de las tres. Ahora quieren subir a los videojuegos al mismo vagón, que no es que vaya de polizón, es que directamente no es Narrativa ni arte de ninguna clase. Estos individuos nombrados, y mcuhos más, lo que deberían hacer es escribir videojuegos, que es para lo único que valen, y venderían quizá tanto o más, y serían igual de ricos y famosos y felices, pero por lo menos no estaríamos escuchándoles cada pocos meses diciendo que hacen Literatura, ni siquiera Narrativa, y no estarían destrozando el gusto y la creatividad de los incautos lectores que como masa aborregada y manipulada se creen que lo que tienen entre manos con uno de sus libros es una gran novela.

Así de claro.

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