Sigamos hablando un poco más de series, este fenómeno global que ha venido para quedarse y que muchos dicen que va a sustituir al cine y todo eso… Bueno, llevamos unos cuantos años con grandes series y de momento, por lo visto, se siguen haciendo películas. Quizá sea porque vienen a representar estados de ánimo, ritmos y tiempos diferentes. O porque, seamos claros, te ofrecen experiencias bastante diferentes. La primera diferencia, obvia, es que el cine puede verse en un cine, pero aunque las series se proyectaran en cines, y bien podría hacerse con todas, la experiencia sería distinta. Es una diferencia similar, aunque no idéntica, a la que existe entre una novela y un relato o conjunto de relatos. Sin embargo sí creo que para entender bien el cine hay que conocer las series a fondo, y para conocer las series a fondo, desde luego hay que tener conocimientos profundos de cine…
En esta charla sobre series que estoy planteando en mi página, vengo un poco a sustituir (aunque sé que es imposible hacerlo del todo) las charlas sobre series que tienen lugar en el bar, en el coche o en el trabajo. No exactamente a sustituir… a enmendar, porque yo también vivo en este mundo y también participo de ellas o por lo menos las escucho todos los días, y por desgracia me encuentro con lugares comunes que, por desgracia, y tal como dije en el anterior capítulo de esta serie, abaratan la experiencia de las series.
Y uno de los lugares comunes más habituales consiste en querer que cada nuevo gran estreno se convierta, desde el primer minuto, en la serie del año. Yo no sé qué fiebre salvaje recorre ahora las redes y a los aficionados, que de pronto cualquier propuesta televisiva es un todo o nada, o una maravilla o una porquería, y ya desde el episodio piloto estamos juzgando una ficción seriada con la misma intensidad con la que pocas horas, o pocos minutos, antes hemos juzgado una serie de cinco temporadas que terminó hace siete años. No tiene ningún sentido, y además se corre el peligro de valorar las cosas desde un prisma deformado y de no aprender nada de nada. Muy pocas series han deslumbrado desde el primer episodio, y las que en teoría lo han hecho a veces se han desinflado pronto. Ni siquiera en el caso de, por ejemplo, una miniserie como ‘True Detective’, cuyo primer episodio por cierto es absolutamente magistral (como toda la primera temporada), y que tuvo que esperar un poco para empezar a adquirir ese aura mítica que ahora mismo la caracteriza.

Recuerdo el caso de ‘The Wire’, que no puede decirse que en su primer episodio te diga que estamos ante una de las mejores series de todos los tiempos… y sin embargo lo estábamos. Y esto sucede porque las series no son películas, porque algunos creadores de series, lo que quieren, lo que buscan y lo que encuentran, es un todo construido a partir de una serie de piezas. Y aunque en efecto algunos episodios puedan ser extraordinarios, lo que se busca es que la serie por completo sea extraordinaria.
Hablábamos de ‘True Detective’. En una miniserie es más complicado, en cierto sentido, porque al contar con seis o siete, o cinco episodios, se supone que todos ellos han de tener una altura enorme, que cada pieza del rompecabezas ha de ser muy brillante, porque se trata de un rompecabezas no demasiado grande. No puedes empezar a hacer grandes cosas en el episodio cinco, por ejemplo, como te sucedería con una serie en la que vas a plantear cinco, siete o diez temporadas… Por eso quizá ‘True Detective’ (siempre la temporada 1, no la 2 ni la 3, desde luego) es una creación superlativa, porque cada uno de sus ocho episodios es una maravilla, y aún así los hay más impresionantes que otros. Lo necesario en una serie es mantener una altura capítulo a capítulo, quizá en alguno bajar un poco esa altura para en el siguiente subirla mucho más, como una preparación. Pero es complicado.
Insisto: una serie no son cuarenta y cinco películas de una hora. Es otra cosa, definitivamente. Quizá una colección de piezas que alcanzan pleno sentido (y no temático ni argumental, espero se me entienda) cuando se ven todas juntas. Por eso valorar una serie (como tantos están haciendo ahora mismo con ‘The Last of Us’) por un solo episodio es una completa estupidez. Pero también es una equivocación garrafal valorar un conjunto de episodios de manera individual, solamente. Lo que debe hacerse es valorar la serie en su conjunto y luego valorar cada capítulo por lo que está buscando de manera individual, si es que está buscando algo de manera individual. En algunos casos puede hacerse (como en ‘House’) y en otros no. Por ejemplo en ‘The Sopranos’ que es quizá la mejor serie de todos los tiempos, tenemos el milagro de que episodio tras episodio tenemos una pieza magistral. Pero eso es rarísimo. Lo más habitual es encontrarse una serie que peldaño a peldaño raya a gran altura, y cada poco regalarnos con un episodio magistral.
Porque las series son, sobre todo, una construcción, igual que las películas. Y esa construcción no se advierte del todo hasta el final, por mucho que pueda advertirse en algunos casos hacia la mitad o incluso antes que estamos ante algo impresionante o quizá decepcionante.
Por eso hay que dejarlas crecer y por eso, quizá, ‘The Last of Us’ va a ser mejor serie según avance, se vaya separando del dichoso videojuego, y alcance autonomía propia para medirse, de tú a tú, con las series de su clase.
Una respuesta a “Hablemos un poco de series (2): Las primeras impresiones”
[…] Hablemos un poco de series (2): Las primeras impresiones — Adrián Massanet […]
Me gustaLe gusta a 1 persona