Tengo una teoría que se ha visto reforzada con el paso del tiempo: los novelistas, cineastas y hasta críticos (tanto de cine como de literatura) que sólo tienen «sensibilidad» para lo suyo, es decir, los novelistas que solamente tienen algo de inclinación por la literatura, los cineastas que solamente tienen algo de inclinación por el cine, los críticos… pero no la tienen para otra disciplina artística, son malos cineastas, malos novelistas y malos críticos.
Por la sencilla razón, me parece a mí, de que todo parte de lo mismo, y que si de alguna forma tienes un gran interés por el cine, uno genuino, que de verdad te empuje a preguntarte qué diablos es eso, terminas cayendo de manera inevitable en la literatura, y si caes en la literatura, es irremediable que tarde o temprano termines recalando en la música y aunque no te vuelvas un experto en ello, porque no existe ningún verdadero experto en nada, sí poseas la curiosidad, un mínimo de formación, las bases necesarias para que una cosa impregne la otra, y tanto tus obras literarias posean música, como tus obras cinematográficas posean literatura y música, pero no en sentido inverso. No sé si me explico.
Porque son artes separadas, autónomas, cada una con sus reglas y, aún más importante, cada una con su naturaleza y su razón de ser. Por eso, muy probablemente, la música no puede albergar literatura en su formalización, y por eso la literatura no puede albergar cinematografía. Por eso, claro, y porque una cosa precede a la otra. La música es el primer arte de todos, es la transformación de los sonidos de la naturaleza en algo armónico, que posea cualidades musicales. La literatura es el segundo arte de todos, es la transformación de los pensamientos en algo filosófico y moral, a la vez que armónico, que tonal y rítmico. El cine es el arte más tardío, es la transformación del tiempo en algo filosófico y moral, a la vez que armónico, tonal y rítmico.
Y es que es infalible: no existe un gran novelista o poeta que no posea una enorme sensibilidad musical. Y no existe, ni existirá ningún cineasta portentoso, que no posea una gran sensibilidad literaria y musical. Por no decir los críticos: ningún verdadero crítico que se precie, de cine, literatura o música, no conoce a fondo estas tres formas narrativas.
Pero no es tan fácil, claro, si es que a esto se le puede llamar fácil. Porque existen otras disciplinas intermedias, que resultan también imprescindibles para llegar a algo medianamente interesante. Ahí está la pintura, la escultura y la arquitectura como referencias ineludibles del cine, pero también sería necesario tener alguna inclinación por el teatro y la lírica, que la literatura no solamente es la narrativa, también el drama y la poesía. De modo que la cosa, tanto si quieres ser escritor, como si quieres ser novelista, como si quieres ser crítico, sobre todo esto último, está bastante jodida.
¿Y por qué digo que la todo proviene del mismo sitio? Porque quizá así todo es más sencillo. Una novela no es una sinfonía, y una sinfonía no es un filme, pero parece algo natural que una película sea como una sinfonía, y que una sinfonía sea como una novela, y no tanto por el hecho de contar una historia o tener un argumento, sino porque las tres comparten un último sentido anti-narrativo (que es, por cierto, una forma de narrativa) que es su tendencia a la abstracción. Las grandes novelas (‘Meridiano de sangre’, ‘Mientras agonizo’, ‘La muerte de Virgilio’, ‘La saga/fuga de JB’… y tirando hacia atrás hasta el Quijote) tienden finalmente a una abstracción musical, y las grandes películas (‘Ran’, ‘Apocalypse Now’, ‘Wild at Heart’, ‘The New World’, ‘La vie d’Adéle’, ‘Amarcord’, ‘La notte’) tienden también a una decidida y casi instintiva abstracción musical –o son directamente música…– además de poseer los rasgos –sólo los rasgos, pues son otra cosa– de la gran literatura.
¿Quieres descubrir a un novelista o a un cineasta o a un crítico que sea un fraude? Lo tienes facilísimo: mira a ver si el novelista sabe algo de música, o si el cineasta sabe algo de literatura. Así de claro.