‘Vikings’ y ‘The Walking Dead’ – Rollo y Shane: Envidia y celos como forma de amor destructivo

Anteriormente comenté acerca del desvelamiento progresivo, hasta llegar al momento clave, de dos personajes principales trágicos, y aquí vamos a hablar un poco de los puntos que tienen en común dos personajes de los llamados secundarios, o por lo menos no centrales, de sus respectivas ficciones seriadas.

Se trata del personaje interpretado por Clive Standen en ‘Vikings’, a lo largo de varios años, y el que interpreta Jon Bernthal en ‘The Walking Dead’ hasta el final de la segunda temporada. Se trata de dos caracteres enormemente poderosos que marcan, cada uno a su manera, pero ambos con vasos comunicantes, sus respectivas ficciones pues el conflicto que en ellas protagonizan supone probablemente uno de los más contundentes y memorables y el que de alguna forma marca el devenir de los acontecimientos y gran parte del tono anímico que en ellos se instala a partir de su presencia. Además, tanto Standen como Bernthal son dos actores muy físicos, muy enérgicos, capaces de volcar una gran violencia (tanto interna como externa) en sus composiciones, y de otorgarles, gracias también a la escritura y a la puesta en escena, un cariz psicológico muy enriquecedor e impredecible. En definitiva, se trata de dos creaciones sumamente notables que además me parecen dos trabajos con técnicas e intenciones hermanas, que sobre todo tienen que ver con una concepción del amor no precisamente como una emoción o un sentimiento positivo o elevado… sino más bien todo lo contrario.

Por su parte Standen da vida al hermano de Ragnar Lothbrok, el gran protagonista, junto a Lagertha, de la serie. Y desde un principio vamos a percibir la rivalidad latente, subterránea, que existe entre ambos, por mucho que en la secuencia de apertura de ‘Vikings’ Rollo le salve la vida, in extremis, a su hermano. Pero aunque exista una complicidad entre ambos, es también nítido el sentimiento de inferioridad que siente hacia él. Ragnar es una figura casi dionisíaca, elegida, pese a tener casi todo en contra, para la grandeza. Y cuando llega a ser conde, y después rey, no hace sino demostrar dos cosas: su enorme inteligencia, superior a la de todos los demás y muy similar en altura a la de su gran rival, el rey británico Ecbert, y su arrolladora audacia. Y vamos descubriendo que Rollo carece ostensiblemente de ambas cosas: no es demasiado inteligente (aunque desde luego puede ser muy listo y astuto cuando quiere) y su audacia no pasa de conseguir mejores botines y procurarse mejor posición. Carece de la visión de su hermano y solamente puede rivalizar con él, o puede que incluso superarle, en capacidad guerrera. Por eso el enfrentamiento, casi la guerra entre los dos, así como traiciones e intrigas, son inevitables. En este relato profundamente abstracto que es ‘Vikings’ (algo que por cierto muchos analistas no han sabido o no han podido ver o entender…) esta lucha entre hermanos es uno de los motores más importantes y más fascinantes.

Rollo, que en más de una ocasión no tiene ningún reparo en declarar su fascinación por Lagertha, la mujer de su hermano (y con la que parece que es muy posible que haya tenido algo en un pasado), en realidad no está enamorado de ella, por mucha devoción que sienta hacia su figura, sino que está enamorado de su hermano, y quiere reemplazarle. Quiere ser él. Su envidia y sus celos son tan inmensos, tan patológicos, que acaban alcanzando el rasgo de una psicopatía, y ni siquiera el hecho de sobrevivirle y en cierto sentido de alcanzar más gloria terrenal que él parecen ser suficientes. Ni todo el oro del mundo, ni todas las posesiones materiales, ni la posición que acaba obteniendo en la corte de París, son suficientes para paliar su insondable melancolía por el mero hecho de que él no nació siendo Ragnar, sino que nació siendo Rollo.

Y algo muy parecido, aunque probablemente llegando a latitudes psicológicas más perturbadoras y duraderas, le sucede a Shane, al que da vida Jon Bernthal con Rick Grimes en ‘The Walking Dead’.

Porque antes siquiera de que conozcamos a los grandes villanos, los grandes antagonistas de esta serie irrepetible, le tenemos a él, que durante dos temporadas es el verdadero antagonista de Rick, y el que marca un antes y un después tanto en el itinerario personal de Rick Grimes como en el tono de la serie.

Tal como le sucede a Rollo con Ragnar respecto a Lagertha, Shane cree estar enamorado de la mujer de Rick, Lori, e incluso acaba teniendo relaciones con ella, habiendo abandonado a Rick y dándole por muerto, y la deja embarazada de Judith. Pero no es de Lori de quien Shane está enamorado, sino de Rick. Estamos hablando aquí de enamoramientos tóxicos, no románticos, no sexuales. Ni Rollo desea a Ragnar, ni Shane a Rick, al menos físicamente. Desean ser ellos, y en su psicosis patológica llevan a cabo una serie de esfuerzos destructivos que a punto están de acabar con todo. Shane es también el hermano, o mejor amigo, de Rick. Le admira tanto que su devoción se convierte en envidia, su envidia en celos, y sus celos en odio enamorado. En ese enamoramiento con odio al que se referían en la inolvidable ‘La virgen de los sicarios’ (Schroeder, 1999). Rick es el líder natural del grupo nada más regresar de entre los muertos, pero ese puesto antes lo ocupaba Shane, como ocupaba su puesto en la cama al lado de Lori. El regreso contra todo pronóstico de Rick, termina por destruir la mente de Shane, que se va volviendo más y más peligroso, inestable y virulento a medida que avanza la segunda temporada.

Tiene mucha razón Dale cuando le dice a Shane que a él le viene bien este nuevo orden mundial, esta situación post-apocalíptica que les ha tocado vivir. Shane está cómodo en ella porque por vez primera puede disputarle a Rick su lugar en el mundo, e incluso cabe la posibilidad de eliminarle y de situarse al lado de Lori como el jefe de la pequeña tribu, sin que ninguna fuerza superior pueda juzgarle. Esta trama desoladora y durísima es la que hace de la segunda temporada no solamente una de las mejores de la serie, sino de la entera historia de la televisión. El insuperable crescendo de tensión y de violencia, los cada vez mayores enfrentamientos verbales y la división del grupo en la granja de Hershel, son toda una lección de cine que quizá debiera enseñarse en las escuelas de audiovisual y drama.

Y es que ambos personajes, y todo lo que significan dentro de sus respectivas ficciones, consiguen elevar aún más sendas antológicas propuestas hasta niveles estratosféricos, muy difíciles de alcanzar para series venideras.

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