Múltiples problemas con el estilo narrativo

A raíz de muchas conversaciones, tanto cara cara como con gente de Twitter y otras redes sociales, hay algo que me parece un tema interesante en el que profundizar y en torno al que me gustaría escribir unas cuantas palabras. Y es que constantemente, como si esto fuera posible, se hacen listas de lo mejor, o por lo menos de lo que más le gusta a cada uno, y de manera inevitable se acaban mezclando estilos, narrativas, miradas y personalidades cinematográficas de muy distintas geografías, ámbitos, influencias y ambiciones. Un verdadero follón, un galimatías del que no es fácil salir.

Lo que a lo largo de tantos años, y décadas ya, de conversaciones, discusiones (¡y hasta peleas!) a raíz de apasionados debates de cine, con gente más o menos cualificada, con cinéfilos de pata negra o bien con algún que otro «infiltrado» al que por cierto resulta muy fácil desenmascarar… lo que he acabado encontrándome es que hay mucha gente a la que no es que le guste el cine, sino un tipo de cine. Y esto puede oscilar incluso entre los que les gusta un cine, supuestamente, «muy artístico», y los que defienden uno tan endogámico como por ejemplo el cine de serie B de los años sesenta. Así, con esas filias tan marcadas, muchos se hacen verdaderos expertos de ese nicho concreto, ya sean las películas de nouvelle vague, o los filmes de acción de los años noventa en EEUU, o los filmes de artes marciales de Corea del Sur… o de un género concreto como el terror, o de un estudio determinado que casi nadie conoce pero que durante diez o doce años consiguió estrenar una serie de películas con una temática singular. Así las cosas, conversar con estas personas es bastante complicado, no sólo porque no admiten la posibilidad de que exista un cine valioso más allá de lo que a ellos les vuelve locos, sino porque son tan expertos en ese nicho concreto que es casi imposible compartir una experiencia cinéfila medianamente cercana.

Yo creo (es más, estoy convencido de ello), y por supuesto que no soy el único, que existen muchos tipos de cine, muchos tipos de narrativa, y que si de verdad sientes un interés por el cine como forma de expresión, de conocimiento, como experiencia, como estilo de vida, no deberías ceñirte a un solo nicho. Aunque tampoco tiene importancia si no eres más que un espectador corriente. Lo grave es cuando te encuentras a críticos o supuestos grandes especialistas, para los que el cine en particular, o la narrativa en general, es una muy concreta que es la que a ellos les gusta, y solamente bajo ese prisma aceptan la comparación con todo lo demás. Sin embargo me parece a mí que comparar, por ejemplo, a Clint Eatwood con Pedro Almodóvar o a Alfred Hitchcock con Lars Von Trier es una grandísima equivocación… ¡y es algo que se hace a todas horas! Si es cuestión de ponerse a comparar nombres, lo único que tendría algunas posibilidades de sostenerse sería comparar a dos de su misma clase. Lo que sí se puede, quizá, es comparar estilos, no grandes nombres, y ahí se puede no sólo sostener un discurso sino además llevarlo a buen término. Porque poniendo un estilo al lado del otro, un tipo de cine frente a otro, podemos ver hasta dónde puede llegar uno y hasta dónde el otro. Pero luego volveré a eso.

Porque a este enorme problema que tenemos con el estilo narrativo se une la dificultad gigantesca que experimenta cualquier narrador (los de verdad, claro…), ya sea visual o de cualquier otra clase, para conseguir un estilo propio, y cómo en ese tortuoso camino de descubrimiento del propio estilo se van impregnando, lo quieran o no, de estilos pertenecientes a muy distintos ámbitos, miradas y tipos de cine (o cualquier otro soporte narrativo), con lo que si ya estaba complicada la cosa, mucho más en cuanto te pones a investigar y a estudiar a un narrador o artista concreto, y el modo en que ha ido aprehendiendo diversas miradas que a lo mejor no tenían nada que ver, a priori, entre sí, y de por qué lo ha hecho. Y así, el hecho de comparar estilos se vuelve una aventura no ya complicadísima sino directamente suicida para cualquier con un mínimo de auto-exigencia. Al menos, debería estar más aceptado el hecho de que no se le puede pedir lo mismo a Godard que a James Caron, a Béla Tarr que a Federico Fellini… así como quizá debería estar más aceptado, interiorizado incluso, que el cine no es solamente una cosa, del mismo modo que la literatura tampoco lo es, ni la música.

Ahora bien, sí que me gustaría terminar este artículo con algo que me parece tan crucial como todo lo demás, y es a lo que me refería hace un par de párrafos: algunos estilos o clases de cine (o de narrativa) consiguen unas cosas y llegan hasta ciertos sitios, y otras no. No es cuestión de preferencias, es cuestión de hechos, aunque en general los hechos no son algo que guste dilucidar ni siquiera a los más ínclitos entre los críticos de cine. Y aquí vuelvo a mí batalla de siempre: el llamado cine clásico estadounidense, que en realidad de clásico tiene poco o nada (como ya he demostrado en otros textos y por no repetirme demasiado) y que quizá debería llamarse cine académico tiene su importancia y sus grandes nombres, por supuesto que sí. Ahí están los John Ford, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Howard Hawks, Elia Kazan, Frank Capra, etc, etc… Nadie puede negar que eran grandes directores (algunos más que otros), pero que por condicionantes poéticos, industriales y sociológicos también estaban inmersos en una órbita que fue fácilmente superada pocas décadas después. Ese estilo de cine llegó hasta cierto sitio y consiguió muchas cosas, pero se queda pequeño en comparación con lo que pueden hacer obras maestras actuales como Apocalypse Now, The Master, La Vie d’Adèle, Amour, Manchester by the Sea, The New World, Titanic, The Thing, Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Melancholia, Las flores de la guerra, Nostalghia, Mad Max Fury Road, Tren de sombras… por no hablar de series como The Sopranos, The Wire, Deadwood, Euphoria, Sons of Anarchy, The Walking Dead… Sería absurdo tener que explicar el modo en que la evolución en la dirección de actores y la interpretación, el montaje, la fotografía, el diseño de producción, el sonido, la música, han convertido al cine contemporáneo en otra cosa, muy diferente al de los años 30, 40 y 50, y que llega por tanto muchísimo más lejos, de igual forma que la novela del siglo XX escrita por Faulkner, Joyce, Woolf, Broch, Mann, Hesse, Torrente Ballester, McCarthy llegó mucho más lejos que la mayoría de la novela del siglo XIX, salvo quizá grandes genios como Tolstoi, Melville o Dostoyevski.

Y a mí nadie me va a hacer caso ni tiene por qué hacérmelo, pero creo que quedarse en solamente un estilo de cine, como quedarse con un estilo de literatura, es un fallo que te va a impedir ver y aprender y desarrollarte intelectualmente con otras cosas. Algunos creen en un idealismo de garrafón, y otros quizá en sus romanticismos disfrazados de filias y fobias que apenas consiguen filtrar, pero yo creo firmemente en que el eclecticismo más radical es la única manera de encontrar cierta sabiduría. Conocer y adentrarse en distintos ámbitos, miradas, estilos y tipos de cine. Y quedarte con lo mejor y más excelso, claro…

2 respuestas a “Múltiples problemas con el estilo narrativo”

  1. Amigo Adrián: quedarse sólo en un estilo de cine, o de literatura, música, sería para mí (simplificando mucho, claro) como comer todos los días macarrones, teniendo muchas otras opciones, por mucho que te guste la pasta. Como decir, a mí sólo me gusta la pintura de Velázquez (una locura, aunque sea genial) En otras palabras, para este viejo, eso es limitarse de la forma más absurda y algo mentalmente insalubre. Un saludo,

    Le gusta a 1 persona

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: