Yo creo que es precisamente eso, la inteligencia, lo que marca la diferencia, tanto en cine como en literatura, y seguramente en cualquier otro soporte narrativo. Y es, sin embargo, lo que yo a menudo noto que menos se tiene en cuenta, que más se margina en comparación con la erudición y con la astucia, esa «listeza» consistente en hacer pasar gato por liebre, en querer convertir tu novela, o tu conjunto de relatos, o tu película, o tu serie, en algo más de lo que realmente es.
Pero, claro, ahora convendría acordar una definición de inteligencia. Según la RAE, la inteligencia es:
- Facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad.»es un hombre de inteligencia privilegiada»
- Ser dotado de inteligencia.»algunos creen que una inteligencia superior rige el universo»
Es decir, que la inteligencia es esa herramienta con la que, si disponemos de ella y dependiendo de cuánta de ella dispongamos, aprendemos, razonamos, tomamos decisiones… Pero estoy seguro de que es algo más, y en literatura y cine muchísimo más, pues solamente con ella se pueden crear, me parece a mí, grandes obras, y esa puede ser la piedra de toque que tantos estamos buscando a la hora de diferenciar una obra de buena factura, quizá elaborada hasta cierto punto, de una verdaderamente grande y superior. Decía el otro día el profesor Maestro, que a veces la clava (otras no tanto…), que la calidad de una novela se mide siempre por la inteligencia de sus personajes. Si a eso añadimos que un personaje nunca puede ser más inteligente, por pura lógica, que el escritor que le da vida, podemos empezara hacernos una idea cabal, o al menos somera, de quiénes son inteligentes y quienes no, qué obras son de verdad grandes y qué otras son muy pequeñas. Pero eso de la inteligencia sigue siendo una cosa jodida, resbaladiza, engañosa, pues tiene una hermana menor muy cabrona llamada astucia, y tiene una prima lejana, que ni siquiera es familia, todavía más cabrona, llamada listeza, y entre ambas y la escasa capacidad crítica de algunas personas (incluídos críticos literarios y cinematográficos, paradójicamente) algunas y algunos se pasan la vida enredándonos a base de bien y quedando como gente muy inteligente cuando solamente son quizá astutos, o eruditos, o muy listos, y aunque todo eso queda reflejado en el papel, o en la pantalla, luego no es tan fácil descifrarlo.
Pero la inteligencia al final se acaba imponiendo, aunque pasen varias décadas o varios siglos. Es la inteligencia el verdadero poder del ser humano, lo que le ha sacado no solamente de la jungla sino de las tinieblas del pensamiento mágico, del infierno del odio al diferente, de las catacumbas de una existencia primaria, para empezar a mirar más arriba y elevarse. Es lo que lleva haciendo, realmente, desde el principio de los tiempos. Y es lo que, cuando se aplica a literatura, o incluso a cine, erige una obra de un calado que verdaderamente es capaz de sostenerse con el paso de las modas, los gustos, las filias y las fobias, y constituirse en un tótem, henchido de inteligencia. Y en esto, como siempre, tenemos que remitirnos a las dos personas más inteligentes que probablemente han escrito jamás las páginas de un libro: Dante Alighieri y Miguel de Cervantes Saavedra. Hace poco le comentaba yo a Javier Gallego que cómo era posible que estos dos monstruos hubieran leído tanto, tuvieran eso que se llama «una cultura» tan vasta, tan pasmosa, y que hubieran sido capaces de construir con todo eso, además, una obra tan genial. Estaba de acuerdo conmigo Javi en que es algo realmente inexplicable, sobre todo en aquellos lejanos siglos XIV y XVII, en que los libros, y el saber en general, eran algo tan preciado, caro y difícil de conseguir. Ninguno de los dos era persona principal de la época, ni aristócrata ni gente con poder. Alberga un gran mérito que fueran capaces de atesorar tanta sabiduría, pero sobre todo que luego fueran capaces de inyectarlo en sus obras maestras, que es algo bien diferente.
Hasta tal punto llega su genialidad que podemos decir que uno es el narrador supremo y otro el poeta supremo, pero no solamente por la belleza y pertinencia de su arte, sino porque en su trabajo se aprecia una inteligencia muy superior a todos los demás. Comentábamos también que en el siglo XX están Mann, Hesse, Joyce, Faulkner, Torrente Ballester… grandes nombres que sin embargo son unos hombres pequeños en comparación con esos dos grandes. La inteligencia del florentino y del oriundo de Alcalá de Henares es demasiado monstruosa. La erudición y la astucia nunca vienen mal, y a veces son muy necesarias. Dante y Cervantes hicieron buen uso de ambas, pero sobre todo cambiaron para siempre la literatura empleando una inteligencia que ya no parece posible en los creadores actuales. Pero es que incluso para insultar, para sobrevivir, para ser algo más que seres que se arrastran de aquí para allá sin un propósito claro, hace falta inteligencia, que es probablemente el bien más valioso, y más escaso y menos valorado que posee la humanidad. La inteligencia como estilo de vida, como arma para encontrar la sabiduría, en algún momento de la vida, pero también para encontrar la humildad, para darse cuenta de que siempre estaremos aprendiendo y de que aceptar nuestras limitaciones es la única forma de superar esas limitaciones. Es, en definitiva, un camino que muchos se niegan a tomar y que, al fin y a la postre, se refleja en sus trabajos literarios y cinematográficos, que pronto serán olvidados y situados en su justo lugar, por mucha fama y marketing del que disfruten ahora mismo.
4 respuestas a “Ni erudición, ni astucia… Inteligencia”
Genial…
Gracias Adrián 👌
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Gracias a ti, hombre.
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«La calidad de una novela se mide siempre por la inteligencia de sus personajes». Entiendo que Maestro y tú os referís a la maestría con que se usan los personajes en una obra y no a la propia inteligencia de esos personajes, ¿no? No sé si puedo estar de acuerdo con esa frase…
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Un personaje posee una entidad, no es una mera frase. Habla y actúa, y en ese hablar y actuar destila inteligencia o no.
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