En esto del cine y la literatura, mucha gente –en realidad mucha más de la que a veces pudiera parecer– quisiera enterarse de qué va la cosa. Quiero decir que desearían ir más allá de lo atractivo de la historia o de cuestiones de marketing. Quieren saber dónde residen los valores narrativos, literarios y cinematográficos, puros, si es que existen, si es que esto no es simplemente un maremágnum de ideas, de gustos, filias, fobias, manías, apetencias y demás… porque desde luego podríamos pensar que solamente existe tal maremágnum…
Si fuera por las grandes editoriales, las productoras, por muchos «críticos» que están muy seguros de tener grandes nociones de lenguaje pero que al final no hacen más que repetir lugares comunes, y sobre todo por muchos «autores» de éxito, ya sea en uno u otro soporte, eso de los valores narrativos, eso de las teorías y las ideas conceptuales profundas, mejor que no existiera, porque a menudo atenta contra su tinglado. Un escritor que vende millones de ejemplares de sus libros no tiene muchas ganas de que alguien llegue y deje claro, de una manera científica, que sus ficciones no son más que farfolla. Un director de cine que ha erigido su fortuna y su fama en malas películas que a todo el mundo le gusta, hará lo (im)posible porque nadie diga que el rey va desnudo. Pero un crítico de verdad, un analista artístico auténtico, no sólo es que pueda, es que debe ir contra ese tinglado. Y una de las mayores y más importantes misiones que va a llevar a cabo consiste en proporcionar a sus lectores, al receptor/espectador medio de novelas, relatos, películas y series, de herramientas con las que verdaderamente hincar el diente en lo narrativo. En otras palabras, va a enseñar a aquel que le escucha o le lee dónde está el meollo, dónde residen los pilares de una construcción, de una composición narrativa, olvidándose de lo «bonito», o lo epatante, o lo artificioso, mostrándole que muy a menudo las cosas no son necesariamente lo que parecen.
Lo llevo diciendo en estas páginas bastante tiempo, y en redes sociales y en conversaciones personales lo que me parece una eternidad: esto no es cuestión de gustos o de opiniones personales. En realidad el arte no es cuestión del gusto de cada cual. Las cosas son como son, y solamente lo que son. Nada más elitista y al mismo tiempo popular, irónicamente, que el arte. El crítico no es otra cosa que un forense de lo que hay: coge sus herramientas, examina la obra de arriba a abajo y te da un diagnóstico que a veces es bastante cabronazo, como House. Puede no gustarte el diagnóstico, puede que quisieras que las cosas fueran diferentes, que hubiera ahí cosas en las que en su momento no pensaste… puede, en definitiva, que ese diagnóstico desnude la obra pretendidamente genial que se está poniendo en valor. Pero la realidad no miente. Y al revés igual: puede que pienses que tal pieza es una bobada porque su marco genérico, o su historia, es aparentemente una bobada, pero el forense puede encontrar en ella una composición, una construcción, realmente valiosa, que trasciende con mucho su mera apariencia, y que esconde altos logros narrativos y poéticos. A los malos escritores y directores no les gustan los críticos, y no les gusta que el espectador posea herramientas sólidas con las que escudriñar su trabajo. A los buenos tampoco es que les haga muy felices, pero saben que si su trabajo es sólido se mantendrá en pie. Eso es todo.
Hincar el diente: ¿dónde está la carne, la sangre narrativa?
Eso: ¿dónde está? ¿Realmente existe, o esto es todo un cajón de sastre en el que cada cual impone sus normas (algunos desde luego lo intentan) inventadas o creadas para que todo cuadre en sus gustos y preferencias personales? Lo narrativo… ¿tiene una razón de ser, una forma concreta? ¿o solamente es algo etéreo, fluctuante, un poco de polvo de hadas? Pues claro que es concreto. Se lleva estudiando narrativa desde hace muchos siglos, y en ese estudio se han fijado y se han desarrollado una serie de teorías concomitantes o interrelacionadas, endémicas o construidas a lo largo del tiempo por diferentes geografías y filosofías artísticas. Puede que algunos piensen (o les convenga pensar) que la narrativa es simplemente un concepto global y permeable, pero nada más lejos. La narrativa, no importa volver a repetirlo aquí, es esencialmente un género literario, aunque con esa palabra englobamos ahora aquellos materiales literarios o cinematográficos que poseen una serie de características comunes. Lo narrativo se supone cuenta algo, una serie de peripecias, de sucesos, de andanzas, narradas por un narrador y vividas, experimentadas, por una serie de personajes en un contexto de ficción. Así las cosas, parece bastante fácil hacer narrativa, ¿no? Cuentos de indios, aventurillas inventadas, fábulas, anécdotas, chismes… Pero sucede que al narrar algo en un entorno de ficción surgen dos grandes «problemas»: el tiempo y la misma sustancia de la ficción.
El tiempo narrado, el tiempo vivido por los personajes, material o psicológicamente, ha de ser una realidad para el lector/receptor, así como la ficción en la que se sostiene ese tiempo narrado. Y una ficción no es una mentira, sino un espejo de la realidad. Y ahora que tenemos el tiempo y la ficción como primeros y cruciales «elementos narrativos», podemos establecer ya la primera dentellada a esa carne, a esa sangre narrativa. Y es que hay dos grandes núcleos, grandes órganos de ese organismo narrativo:
- La originalidad a la hora de narrar los eventos
- La verdad de esa ficción narrada
En realidad son dos caras de una misma moneda, de un mismo órgano narrativo. Y ahí está la primera dentellada y la piedra de toque, por cierto, que significa el derrumbe el 99% de las obras maestras que se dicen de tal, que tanta gente adora y que no pasan por ese filtro por mucho que lo intentemos. Es como ese juguete de los bebés que es cuadrado y que el nene intenta introducir en el orificio redondo. Y de estos dos núcleos conceptuales de lo narrativo, subyacen otros que son comunes en cine y en literatura:
1a – La forma en que el artista (o aspirante a…) ha asimilado a sus precursores y los ha superado.
1b – El modo en que ha creado una forma personal e intransferible de narrar .
1c – La manera en la que subvierte y modifica los géneros, marcos y tonalidades.
2a – La inteligencia y la habilidad a la hora de crear personajes, diferenciarlos y dotarlos de vida.
2b – La capacidad de crear un entorno de ficción que se articule orgánicamente con esos personajes y se erija en espejo de la realidad.
2c – El modo en que con esa ficción habla el autor no solamente de su forma de percibir el mundo, sino de su forma de experimentar, sensorial, psicológica y anímicamente su entorno y su época.
Ya solamente con eso el lector puede empezar a trabajar con todas las películas y novelas que tiene a su alcance, que me imagino que no serán pocas, y empezar a preguntarse: ¿es realmente original esto que estoy viendo? ¿Qué pretende el autor con esto, además de querer contar una gran historia con la que epatar y con la que emocionar al espectador? ¿Los personajes están vivos? ¿Cómo lo logra? ¿Y el narrador –el personaje más importante a fin de cuentas– está conseguido, o es solamente una sombra, una excusa, una de las voces del autor, camufladas?
Aquí está abierto el melón, pero las dificultades y problemáticas son muchas pues los autores también son lectores y sobre todo son personas, listas y astutas (no es lo mismo, ¿eh?), por lo que no está de más prepararle al esforzado receptor de novelas y películas una pequeña guía de preguntas que debe hacerse, si quiere llegar un poco más lejos:
- ¿Esta obra para qué se ha hecho? ¿Para contar una verdad o una bella mentira?
- ¿El autor hace algo original o un pastiche habilidoso que se hace pasar por original?
- ¿Los personajes tienen cada uno una voz propia, o hablan todos a través de la boca del autor?
- ¿El narrador está bien empleado –el mejor ejemplo del mundo es el del Quijote– o es un lugar común?
- ¿La historia que nos cuentan es todo lo que hay (mal) o es un espejo, una parábola, de algo más que hay que descubrir (bien)?
- Su lectura o visionado es amena y fácil (generalmente mal) o supone un desafío para el receptor (generalmente bien)
- ¿Posee puntos en común, formales no temáticos, con otras obras del autor? En caso afirmativo cuáles y por qué.
- ¿Su final pretende ser optimista y luminoso (generalmente mal) o por el contrario golpea al espectador (generalmente bien)?
- MUY IMPORTANTE: ¿Su estructura es una construcción, una composición, o simplemente es una serie de eventos amontonados?
- MUY IMPORTANTE: ¿Sus imágenes, literarias o cinematográficas, evocan algo más o solamente una belleza en sí mismas?
- ¿Rompe esquemas o los perpetúa?
- ¿Es una tesis o es una búsqueda?
- ¿Apela a emociones básicas o a otras más profundas que emergen de lo racional?
En cine:
¿Posee grandes secuencias, exigentes desde una puesta en escena? ¿Alberga un sentido del montaje, de la fotografía, del sonido que vayan acorde a la estrategia narrativa, al sentido poético del autor? ¿Una escritura y una dirección de actores que trascienda lo teatral y se convierta en algo vivo? ¿Toma el pulso de su tiempo o existe en un vacío?
En literatura:
¿Posee grandes capítulos, desafiantes desde un punto de vista formal? Sus personajes, ¿son inteligentes, separados del autor, enmascarándole, o son el mismo autor camuflado y hablando de sí mismo? ¿Posee un sentido de la composición (novelesca o cuentística), un sentido musical (en el lenguaje y en el ritmo) y un estilo y una forma de representación y expresión original? ¿se convierte en una forma de pensamiento, de conocimiento, o es una mera presentación de eventos y de documentación histórica? ¿Toma el pulso de su tiempo o existe en un vacío?
Y hay más… pero con esto el lector de estas líneas, si quiere, tiene para masticar narrativa por una buena temporada. Así que ya no puede dejarse engañar. Lo narrativo es algo bien concreto. Y sobre esto podría y debería escribir mucho más, pero yo creo que ha quedado un artículo bastante denso y prometedor.
4 respuestas a “Hincar el diente (una labor forense)”
¡Interesante y amplísima reflexión, Adrián!. Me gusta el término «forense», pero suelo considerarlo para algo muerto, aunque tiene otros significados, lo sé, y la obra de arte nunca está muerta, al contrario. Yo veo al crítico también como un acompañante. No sé cuánto tiempo estuvo Virgilio con Dante en su viaje por el Infierno, en la «Commedia», pero creo que el crítico nos lleva de la mano, como un poeta venido de otra época, y «nos enseña a leer». Es una figura denostada. Siempre se suele decir que es un escritor frustrado, incluso que no aporta nada, y es una generalización totalmente injusta.
Sabes bien que muchos clásicos, sin la ayuda de una buena introducción y notas son muy difíciles de entender, por no decir que en ciertos puntos, imposibles de entender, ya que no podemos conocer las implicaciones de ciertas palabras, si no nos lo apuntan.
Por lo demás, estoy contigo en que hay reglas, hay técnicas y hay criterios, y sin eso, sin conocer mínimamente la Historia del arte narrativo, no podemos juzgar bien, teniendo en cuenta que aquí hay una gran subjetividad (no son matemáticas, precisamente). Puede parecer pretencioso pero entiendo que es así. Para ello, lo mejor es leer mucho, con mapa y una brújula (el crítico, el profesor, ayudan, son esa brújula, y nuestra sensibilidad o instinto tienen que estar a gusto, no se puede forzar a leer, decía Borges), igual que el cine (ver mucho y de muchas épocas, y LEER sobre cine).
Finalmente, de momento, quiero destacar (aunque no sea su trabajo principal) la labor de divulgación del buen crítico, que comparte, como lo haría con un amigo, sus hallazgos (a veces tesoros) y los acerca a la gente que, de otro modo, nunca podría disfrutar de ellos.
Un saludo,
T.S.
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Claro! Se supone que estas cosas te hacen aprender… no es cierto, tienes que llegar aprendido, o de lo contrario no te enteras de nada. Es como llegar a una ciudad nueva y pasear sin contar con un guía.
Un abrazote!
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Después de enviar el comentario he pensado también (aunque te me had anticipado, je je) en esa “simple” palabra, que no me venía a la cabeza: “guía”. Se dice pronto pero guiar implica responsabilidad.
Un abrazo,
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Por eso estar a la altura es tan complicado. Hay muy pocos forenses que se tomen en serio su labor.
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