El otro día pensaba yo en hacer un hilo en Twitter de esos que al final nadie se lee en su totalidad, porque quizá son demasiado largos o demasiado vehementes, sobre la carrera de cierto director, por lo fascinante que resulta ir observando su filmografía y cómo se va percibiendo que este cineasta va creciendo y alcanzando una voz propia, algo tan difícil de conseguir por mucho que tantos críticos no le presten la debida atención ni le otorguen un mérito. Y viendo ‘La quietud en la tormenta’, de Alberto Gastesi, en un pase especial al que me invitaron el otro día, volví a pensar en lo mismo: hay ciertos cineastas a los que se les nota, desde el mismo principio de sus carreras, que tienen algo, y ese algo está ahí de manera tangible, no especulativa, y desde ahí se puede ir construyendo una filmografía con la que alcanzar una voz propia, significativa, personal, a lo largo de los años, a pesar de los muchos pesares de una industria tan complicada como la nuestra, en la que se exige un éxito inmediato o se impone un silencio casi «administrativo». Y para eso hace falta coraje.
Y el coraje también es algo que no se valora como se debe, mucho menos en un país, y en una industria, en donde sobre todo se espera que el director cumpla con el esquivo mandato de entretener y de contar una historia emocionante. Pero ya lo decía Tarkovski: si te vendes una vez estás perdido para siempre. Y para no venderte nunca y ser fiel a tí mismo, vas a tener que demostrar mucho coraje.
‘La quietud en la tormenta’, debut en el largometraje de un cineasta que la década pasada dirigió cinco cortometrajes, es un filme pequeño, casi minúsculo, en producción y en logística, que cuenta la historia de dos seres (el clásico chica conoce chico) que se encuentran en Donosti, en su juventud, y que vuelven a encontrarse en la misma ciudad varios años después, ya convertidos en adultos que han de enfrentarse a las decisiones más importantes de lo que llevan de vida. Ella (Loreto Mauleón) vuelve de París con su pareja, y él (Íñigo Gastesi) vive en la ciudad con la suya. Ella ya es una adulta por completo pero él todavía está aprendiendo a serlo. Nunca empezaron nada, tantos años atrás, y ahora que se reencuentran se preguntan qué habría sido de sus vidas si en lugar de alejarse el uno del otro hubieran empezado algo juntos. De esa pregunta, de ese reencuentro, Alberto Gastesi deduce una compleja construcción dramática y narrativa que se bifurca en dos películas: una hablada, racional, y otra poética, casi lírica y hasta abstracta. Y es mérito suyo y de todo su equipo, comenzando por el magnífico guion que traza al alimón con Álex Merino, que ambas películas convivan juntas de manera natural, orgánica, sin molestarse ni empujarse la una a la otra, y que el visionado de esta película se convierta en una interesante y valiente propuesta para el espectador, que vuelve a demostrar que siempre es mucho más importante el cómo que el qué.
No resulta nada fácil mezclar dos tonos narrativos tan diferentes, pero el cine lo permite, si el director y su gente saben lo que hacen. Tampoco resulta fácil superponer dos líneas temporales, pasado y presente, para armar una historia sin música extradiegética (la que no oyen los personajes) en la que unas pocas notas musicales, y una secuencia de un concierto de jazz, imponen su lógica narrativa y conceptual y marcan los momentos de montaje más elaborados del filme. Gastesi confía plenamente en la historia que está contando, en la frescura y naturalidad de sus actores, y no siente la necesidad de reforzarlo de ninguna manera. Así vuelve a demostrar coraje en dos secuencias clave, con dos conversaciones de larga duración, una en el pasado y otra en el presente, que son el verdadero corazón de la película. Muy especialmente la segunda. Y hay que reconocer que los diálogos de todo el filme son brillantes, pero en esta última más aún. Me decía el guionista que tenían miedo de que fuese demasiado largo, de exigir demasiado al espectador. Pero no tenían por qué. Esos más de veinte minutos de diálogo se sostienen perfectamente y dan la sensación de que se podía haber aspirado a más, de que ahí estaba la verdadera película que querían contar, de que a partir de ahí se puede construir un estilo y una mirada propias, con únicamente dos personajes hablando entre las sombras de una casa vacía. Esa era la verdadera ‘Quietud en la tormenta’ y todo lo demás, pese a contar con momentos muy inspirados, era un mero prólogo.
Por eso da rabia que la película concluya poco después, porque uno quisiera más de esa secuencia, de ese ambiente, de esa dirección de actores y de esos diálogos tan depurados que dan lugar a la mejor secuencia de todo el filme. Pero por lo menos se tiene la convicción de que a partir de estas conquistas el director y su gran equipo de colaboradores pueden seguir construyendo una mirada propia, y puede que un estilo y una voz diferenciadas, y eso es una magnífica noticia. Otros filmes de debut, como el muy sobrevalorado ‘Cinco lobitos’ (2022), no dan esa impresión ni de lejos. ‘La quietud en la tormenta’ se estrena mañana en unos pocos cines madrileños y en otras pocas ciudades de España, y merece que el espectador ávido de propuestas estimulantes y alejadas de toda comercialidad y pretensión melodramática, se zambulla en sus imágenes y sonidos y se pregunte si este director podrá seguir inoculando esta valentía y esta mirada a sus futuros proyectos.
2 respuestas a “El coraje y ‘La quietud en la tormenta’”
«… Unos pocos cines madrileños y en otras pocas ciudades de España…». Recuerdo cuando podía ir al cine (ahora no puedo por enfermedad) y decían que una película iba a llegar a España pero omitían el «a algunos sitios de España». Cuando no había multisalas y en mi pueblo/ciudad (más de 200 000 habitantes, que cada cual la llame como quiera) había 5 cines, pues aún, pero ahora ya es difícil de entender. Que todos sabemos que hay películas que dan más taquilla, pero ahora que la mayoría se van en poco tiempo a la plataforma de su productora ya no parece tan sabio haber educado a los espectadores de esa manera.
PD: Si hay algo demasiado largo para Twitter, comiénzalo allí y enlaza a su terminación aquí.
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Ya, si tienes razón, el problema es que si tengo poco tiempo para twitter y para el blog imagina ponerme a trabajar con ambos en paralelo.
Pero bueno siempre intento dejar cosas interesantes en la medida de mis posibilidades.
Un saludo.
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