Sobre eso de poner estrellitas

Sobre eso quería escribir yo un poco aquí, ahora que en el archivo ya llevo escritas 456 minicríticas (y las que me quedan…, en qué jardines me meto, la madre que me parió), sobre lo que uno va aprendiendo, sobre las dificultades que te vas encontrando, y sobre lo complejo que es muchas veces valorar ciertas obras, siempre (o casi siempre, porque hay algunas que ojalá nunca se hubieran filmado, o por lo menos yo no hubiera perdido el tiempo viéndolas) desde el máximo respeto por sus creadores, que supongo yo que han hecho el máximo esfuerzo, o han hecho todo lo que estaba en sus manos dentro de sus limitaciones, para hacer el mejor trabajo posible.

Todo esto viene a cuento de la razón de ser de estas páginas mías, que como ya he dicho algunas veces pero no me importa volver a explicar las que haga falta, nacen porque tengo la sensación de que hay personas (como yo mismo en cierta época de mi vida) que desean saber más de cine (o de literatura, o de música, o de lo que sea, pero aprender), y que no saben por donde empezar, o que no saben cómo abordar, por ejemplo, una mayor comprensión del hecho cinematográfico, de lo que es realmente una buena película, o una magnífica película, y por qué consideramos que es o no es así, más allá de gustos personales, de filias y de fobias. Y para llegar a eso no les vale, me temo, con leer las columnas de El País sobre los estrenos de cine de cada fin de semana, o las baladronadas y estupideces de ciertos programas de la tele, y tampoco tienen tiempo ni dinero ni la (buena o mala) suerte de asistir a una escuela de cine.

Y como no va de gustos personales, porque cada uno tiene los suyos y nadie te los puede quitar, pues decidir si poner una o dos, o poner tres o cuatro estrellitas, es algo a veces arduo de decidir. Porque entre dos y cuatro, o entre una y cinco, pues claro que es muy fácil. Pero vamos al meollo: ¿en qué reside el valor cinematográfico, netamente y fundamentalmente cinematográfico, de una obra? Esa es la cuestión.

Decía yo el otro día por aquí que el tema no es precisamente algo decisivo a la hora de valorar si una película es valiosa o no, pero es uno de los elementos en los que se fija la gente. Es decir que la gente, mucha gente, se cree que ‘La lista de Schindler’ es mucho mejor película que ‘Tiburón’ (yo prefiero llamarla ‘Jaws’, pero para que el lector me entienda), por el simple hecho de la segunda va sobre un tiburón asesino a que hay que dar caza, y la primera va sobre el Holocausto Judío de la II Guerra Mundial. Y están equivocados: ‘Jaws’ es mucho mejor película que ‘La lista de Schindler’. Es una obra mucho mejor construida, con mucho más cine dentro y mucha menos tendenciosidad. Y sobre todo, y ante todo, es un filme que acierta plenamente con la forma en que está narrado, y ‘La lista de Schindler’ no.

Algunos me han preguntado en persona (y yo esperaba que también sucediera en los comentarios, pero ya veo que no…¡prometo que no muerdo!) cómo puedo ponerle a una película tan bien hecha (porque hay que reconocer que a nivel puramente de realización es una maravilla absoluta) como ‘La lista de Schindler’ únicamente tres estrellitas, que es lo mismo que a mi juicio tienen, por ejemplo, ‘Carretera al infierno’, ‘Spiderman 2’, o ‘Planeta Prohibido’, sin ir más lejos. Pues porque en primer lugar una película no se juzga respecto a otras sino respecto a sí misma, y en segundo, entra en juego un concepto muy importante (o varios que intento desgranar), que consiste en entender la diferencia entre lo que se busca y lo que se encuentra. Y a mi juicio lo que busca Spielberg y lo que encuentra está en un término medio, nunca es pleno, total, y de ahí las tres estrellitas.

Pero además es que creo que por muy bien que esté realizada una película, eso no la eleva necesariamente de una valoración apreciable (las malditas tres estrellitas), pero en ningún modo formidable (cuatro…) a menos que tenga algo más que eso. En el reciente ‘Todopoderosos’ (por cierto uno de los más aburridos de los últimos tiempos, y de los más decepcionantes), en el que tres personas inteligentes y un sujeto pagado de sí mismo hablaron sobre piratas, el bueno de Rodrigo Cortés aseguraba que ‘La isla de las cabezas cortadas’, el desastre económico de Renny Harlin, es una película de piratas ejemplar, en la que todo está hecho maravillosamente, en la que todo se ve y cada plano es pertinente. Y puede ser cierto, pero también es cierto que la película es un despropósito de tono, de ritmo, de personajes, de historia, de punto de vista, de profundidad narrativa, y un largo etcétera.

Y es que hay muchas cosas que valorar en una película, y se valoran desde el mismo momento en que la estás viendo, y si eres un crítico de cine medianamente serio puedes disfrutar de la película (o sufrirla) al mismo tiempo que vas escribiendo la crítica en la cabeza y vas sabiendo ya si estás ante algo mediocre o algo valioso. Y me temo que son conceptos que los críticos no se paran a pensar, más que en ese abyecto y superficial «me gusta» o «no me gusta». Eso lo hace cualquier chimpancé.

Pero no nos desviemos: ¿por qué ‘Atraco a las tres’ es mucho mejor película que ‘El laberinto del fauno’, por ejemplo, o que ‘Los diez mandamientos’? Pues porque la primera tiene algo más que imágenes muy elaboradas pero vacías, o que un gran tema bíblico que dé lugar a momentos épicos. La primera es más humana, más rugosa, más cercana, más auténtica. La película de Jose María Forqué tiene mucho más ingenio que las otras dos, tiene personajes que te crees, no como en la película de DeMille, tiene momentos deslumbrantes de comedia, de verdad.

¿Significa eso que el cine no ha de ser, como tantas veces he proclamado, eminentemente visual? No exactamente. Depende de la película. Por ejemplo, la extraordinaria ‘2046’ es un poema visual de una belleza y una fuerza expresiva impresionante. No hay personajes cercanos o humanos o creíbles. Es todo lirismo, grandeza compositiva, abstracción. Pero es que ese es el personaje, el tema, el ingenio. No todas las películas pueden ser iguales, y por tanto no pueden ser valoradas por igual. No se puede valorar igual un filme de Clint Eastwood que ‘2046’, no sería justo ni para una ni para la otra. Lo que se ha de valorar es cada una en sí misma.

Lo más fácil es llegar a la conclusión de que una película tiene tres estrellas. A partir de ahí, ¿dónde está el cine, los elementos, los detalles, que hacen que llegue a cuatro (notable, grande, formidable), o a cinco (excepcional, magistral o directamente obra maestra)? Una película con tres estrellas es una obra bien cerrada, con elementos atractivos, una buena historia, una dirección competente, sin grandes fallos o zonas grises, pero no es una obra redonda, magnífica, deslumbrante. Para llegar a eso ha de tener bastantes cosas que la diferencien: una dirección poderosa, unos personajes memorables (en su composición o en su interpretación), escenas brillantes… Y para ser cinco estrellas ha de ser algo verdaderamente excepcional, ha de tocar zonas de nuestro interior que rara vez nos tocan, ha de volar a territorios desconocidos pero hermosos, ha de ser quizá frágil pero única.

Pero claro, también hay que valorar si se sostiene con el paso del tiempo, si sus influencias están bien asumidas, si alberga pertinencia narrativa respecto de su época…y si al director no se le escapa el tono y el ritmo del conjunto. Son muchas cosas, porque ante todo el cine es una forma de conocimiento.

En resumen, de una obra narrativa habría que valorar, si es que de verdad se quiere ser un crítico de cine solvente, unas cuantas cosas:

-La pertinencia narrativa.

-El contexto histórico en el que está filmada.

-El tono y el ritmo.

-La profundidad de los personajes (y cómo están interpretados).

-Su uso de los arquetipos y su alejamiento, o no, de los clichés.

-Su profundidad humana (y no hablamos de buenismo, sino de su reflejo de la naturaleza humana, con sus luces y sus sombras)

-La construcción del guión, y su ingenio, su originalidad, sus diálogos y su armazón.

-El sentido del montaje (relacionado pero no definitorio del ritmo o el tono)

-Lo meramente visual (fotografía y sentido de la planificación)

-La mezcla de sonido (y el concepto musical)

-La diferencia entre lo que se busca y lo que se encuentra.

-Su importancia histórica (dentro de su género, por ejemplo, pero también dentro de la filmografía del director, y de su época)

-Su clase, su «gracia» a la hora de simplemente contar una historia.

-Su honestidad.

-Su personalidad.

Entre otras cosas que seguro que me dejo en el tintero. No es tan fácil como pensar que tal director me encanta y a todo lo suyo le pongo cuatro o cinco estrellas. Es más, si te duele poner a tal o cual película una puntuación menor a lo que querrías, es que estás haciendo lo correcto.

3 respuestas a “Sobre eso de poner estrellitas”

  1. Todos esos factores son sobre los que deseo ampliar conocimiento. Esas cosas, que para aquellos sin formación técnica a veces vemos, pero que no logramos valorar adecuadamente.
    Lo mismo puede suceder, por ejemlpo, en la música. El poder reconocer la supeririodad de una obra sobre otra se hace muy complicado para el oído inexperto, relegando el discurso a un «me gusta» o «no me gusta» , tal como explicas en el texto.

    Un abrzao Adrián y gracias, como siempre, por arrojar luz sobre toda narrativa.

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