¿Cómo va a afectar la pandemia a la narrativa?

Esa es la pregunta que muchos se hacen, y que no tiene fácil respuesta. Y no me refiero al tema económico, aunque en el ámbito cinematográfico va a ser devastador, pues es improbable que los cines más pequeños sobrevivan a un estado de alarma prolongado y a la imposibilidad de llenar las salas para evitar contagios…hasta no se sabe cuándo, si es que en algún momento vuelve a permitirse. Quizá el cine sea el más perjudicado de todo esto, y se vea obligado a sobrevivir en las plataformas digitales, aunque si tenemos sucesivos brotes me pregunto si será la estocada final para que las salas desaparezcan definitivamente, y la industria sufra un colapso sin precedentes. Ya lo veremos… Pero no es eso de lo que quiero hablar.

Me refiero a los contenidos narrativos, y a la narrativa en sí. Cada vez que la humanidad sufre una catástrofe, una guerra, o un desastre natural, la narrativa se resiente y reacciona a ello. Es inevitable. A fin de cuentas, es un eco de nuestra realidad. Así sucedió con la II Guerra Mundial, con la Guerra de Vietnam, con la Guerra Fría, con el 11-S, y así va a suceder también con la pandemia del Covid-19, y es muy probable que de una forma mucho más honda que con cualquier otro evento desde 1945, pues una vez más se trata de un desastre global, que nos afecta a todos, cuyas consecuencias sociológicas van a ser profundas y duraderas, y que por una vez ha unido a toda la humanidad en contra de un enemigo común personificado en un bicho cabrón del tamaño de una célula.

Va a cambiar la forma de hacer cine, el objetivo de hacer cine, sobre todo porque va a cambiar nuestra forma de acercarnos a él. Puede que pasen muchos meses hasta que volvamos a pisar una sala de cine, y cuando lo hagamos, no exentos de preocupación, será imposible no relacionar aquello que vemos en la pantalla con todo lo que ha sucedido en estos largos días de confinamiento, aunque se trate de una película de aventuras o de una comedia negra. No digamos ya la fantasía o la Sci-Fi. Y lo mismo va a suceder con la literatura. Quizá ya no vayamos más que de uno en uno a librerías a mirar las novedades, o quizá se extienda como la pólvora el acto de comprar on-line. Sea como fuere, nuestra psique colectiva esperará novelas o relatos que nos hablen de nosotros mismos y de cómo nos sentimos en este nuevo mundo que va a dejar el Covid-19.

Y esto va a suceder incluso con títulos cinematográficos o literarios anteriores a la pandemia. Pienso en esa paupérrima película que es ‘Vengadores: Endgame’, que el año pasado arrasó hasta convertirse en la más taquillera de la historia. ¿No es su argumento, en el que la mitad de los seres vivos del planeta han muerto o desaparecido, un fúnebre presagio, por muy exagerado que sea, de lo que poco tiempo después se nos vino encima? Y ya poniéndonos apocalípticos, ¿no existía en los últimos años, en los contenidos narrativos de todo tipo, una sensación de urgencia, de fin de ciclo, también de agotamiento, de histerismo capitalista, de agotamiento de cualquier tipo de fórmula o truco narrativo? Quizá todo esto tenga algo de justicia poética, pues se han publicado demasiados libros, y se han hecho demasiadas películas, todo ello con el único objetivo de ganar dinero exprimiendo los bolsillos de los consumidores, convirtiendo libros y películas en algo parecido a una exacerbada droga y a los espectadores o lectores en adictos a esa droga, saturando de novedades cualquier tipo de soporte narrativo…

Tantos días en casa y el aire de las ciudades se ha descontaminado y dicen que el agua de los ríos y de las playas presenta un aspecto mucho más limpio y saludable. Quizá esté ocurriendo lo mismo con la narrativa. Quizá se esté limpiando, corrigiendo a sí misma. Descontaminándose. Quizá sea un nuevo comienzo, o un reinicio, porque desde luego ya nada va a ser lo mismo.

Ahora mismo, escritores o guionistas o directores de todo el mundo (sean conocidos o no), confinados en sus casas, están escribiendo su próxima novela, o su próxima serie, o su próximo libro de relatos, y aunque su argumento quizá no tenga nada que ver con una pandemia global, ni siquiera tenga nada que ver con un virus de ninguna clase, se va a ver inspirado o influenciado por esta situación, de manera inevitable, y dentro de dos o tres años empezaremos a ver esas películas, esas series, y a leer esos libros, esos relatos. En mi opinión, de esta crisis, como de tantas otras, se puede salir siendo mejores o siendo peores. Si salimos mejores, lo contaremos y será interesante, y si salimos peores, lo contaremos también, y será aún más interesante. Pero creo que, narrativamente, nada hay más interesante que una crisis en sí. En realidad, el drama es crisis.

Y ahora que somos todos víctimas de una película de terror, o de un filme de Sci-fi, o de una tragedia, quizá seamos menos reacios a sentir compasión de los demás, pues habremos vivido ya tragedias, o terrores, o angustias similares, y ya habrán dejado de ser personajes de una película que no nos interesa, de una novela que no es la nuestra, para ser personajes de nuestra misma novela o película. Y de todo eso, claro, también tendrá que ocuparse la narrativa, pues en realidad se ha ocupado siempre.

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