No se puede caer más bajo

Luego puede ser cuestión de la mentalidad de cada uno y todo lo que se quiera, pero yo creo que no, que no se puede caer más bajo.

Es más, creo que estamos en un callejón sin salida, en el que ya nada significa nada, en el que ahora mismo podría bajar una nave espacial a la Tierra, posarse en el parque del Retiro, y no supondría una gran diferencia. Esa es la situación en la que estamos. Y es que una cosa es el desengaño, y otra cosa el descreimiento. Quizá, si sobrevivimos a esta época de memes y memeces, que lo dudo bastante teniendo en cuenta cómo está el percal, los futuros seres humanos observen esta desgraciada pinza situada entre 1980 y 20??, y se pregunten cómo es posible que hayamos llegado a semejante nivel de mediocridad, en casi todos los ámbitos. Casi todos, digo…

Porque sí ,es verdad que estamos adquiriendo cimas impensables hace apenas diez o quince años en biología, en astrofísica, en medicina… Es cierto que hemos logrado avances inimaginables a la hora de explorar nuestro sistema solar, hemos adquirido conocimientos sobre el genoma humano, sobre la bio-diversidad, sobre nuestra huella ecológica, sobre cuestiones que hace no mucho parecían ciencia ficción… y si somos capaces de sobrevivir unas pocas décadas más –que, insisto, lo veo bastante poco probable– lleguemos a poner un pie en Marte, y hasta a establecer bases para mineros espaciales que traigan todo tipo de minerales desde el cinturón de asteroides situado entre Marte y Júpiter. Pero la pregunta esencial es: ¿para qué? ¿Para qué vamos a llevar a cabo todas esas maravillas que sin duda se escribirán en negrita en los libros de Historia? ¿La gente verdaderamente es consciente de lo que nos estamos jugando? ¿Los posibles lectores de estas líneas, que con toda probabilidad están ahora en sus casas, cómodos y a salvo, tienen una ligera idea de cómo funciona el mundo? ¿De lo que está por venir? ¿De la situación en la que estamos?

Recuerdo bien el discurso de agradecimiento de David Chase al recoger el Emmy a mejor drama para The Sopranos en 2007 (si el lector quiere verlo lo tiene aquí), en el que dijo que quizá el mundo esté gobernado por la mafia. De hecho, lo está. No todos los países, por supuesto, pero los más poderosos sí, y si el gobierno no son una panda de mafiosos, se apoyan en ellos desde la sombra, de una u otra manera. Y lo que supone que los países más ricos y poderosos del mundo estén gobernados por mafias, como no podía ser de otra manera, es que nos vayamos todos al garete más temprano que tarde, pues esa gente no entiende de otra cosa que no sea el dinero. Vive, existe, respira, por el dinero. Están cegados por él, aunque eso significa su propia destrucción. Y en realidad hay mucha gente así, contagiada por esa búsqueda obscena de dinero. Decía Tarkovski en los 80 que era una época de un egoísmo monstruoso. Me preguntó qué pensaría si hubiera llegado a esta década nuestra. Antes el capital era un elemento importante, ahora no hay otra cosa que capital. Todo se mueve, se organiza y se entiende a partir del dinero, nunca de la humanidad, la compasión, el talento, el coraje o la audacia. Sólo cuenta el dinero y sin él no puedes llegar a ninguna parte. Puede que algún avispado me diga que siempre fue así. Y yo le diré que no siempre como en el contexto actual.

Pero si sólo fuera eso, estaríamos acostumbrados. Sin embargo no es solamente eso. Ya nada significa nada, realmente. Antes ganar un mundial de fútbol significaba algo, lo mismo que ganar un Óscar, el Nobel, la Palma de Oro de Cannes, o cualquier otra cosa. Y no significa ya nada porque en todo eso se ha inmiscuido la lógica del dinero, de la mafia. Ahora solamente leemos libros basura que venden a millones, escuchamos música basura que hace ricos a sus propietarios, ponen películas basura en todos los multi-cines que la masa aborregada, y contenta de estarlo, va a ver dándose de hostias por entrar primero en la sala, satisfechos de que les cuenten mentiras con las que «entretenerles». Por supuesto que siguen existiendo buenos músicos, buenos escritores y buenos cineastas, pero cada vez en nichos más reducidos, en los que el dinero no es el factor determinante, ni su inversión ni su retorno. Productoras que no hacen cine para ganar dinero, necesariamente, editoriales dispuestas a arriesgar, a invertir en autores sin pensar en sacar una rentabilidad a corto plazo. Lo hay, pero se extingue a marchas forzadas porque ese virus del mafioso, del chupa-sangre que solamente busca dinero, está en todas partes, en nuestra forma de vida, en el ADN y la lógica de todo lo que hacemos.

Ahora todo son redes sociales, «influencers», postureo y gilipolleces, pero nadie tiene necesidad, o por mejor decir, nadie tiene interés en escuchar a personas valientes, a personas más inteligentes que listas, más reflexivas que ruidosas. En este contexto, que se preste atención a un talento musical puro, o a uno literario, o cinematográfico, es realmente difícil. En este contexto es prácticamente imposible que cualquier músico o escritor que venda mucho no esté diseñado desde la simpleza, la mediocridad y el cinismo más aplastantes. A esto es a lo que hemos llegado. Sorprende, por ello, que aún se hagan series valientes y revolucionarias, que aún haya gente capaz de escribir un buen relato, que aún existan músicos capaces de arrancar una melodía compleja a una guitarra o a un saxo. Pero, ¿cuánto durará? La plenitud de las artes va directamente proporcional al esplendor de una era, y su decadencia lo mismo. ¿Habrá que resignarse, agachar la cabeza y tragar con lo que nos ha tocado vivir? ¿O estamos dispuestos a seguir dando batalla?

Eso sí que es cuestión de cada cual.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: