Me parece que fue ayer cuando pusieron en televisión, por enésima vez, la película de Guillermo del Toro ‘Blade II’, que por supuesto es una secuela de la disfrutable ‘Blade’ cuatro años anterior a ella. La estuve viendo un rato, hastiado de tanta noticia y reportaje sobre el maldito coronavirus, y llegué al punto en el que un grupo de mercenarios, casi una pandilla de compañeros vampiros, capitaneados por el protagonista, se cuela en una fiesta y poco después comienza una masacre. Y mientras veía esto pensaba yo en las muchas veces que he visto algo parecido, pero en las pocas en las que eso que estaba viendo realmente tenía algo de vida, de verdad, independientemente de si se tratara de vampiros, alienígenas, un Bélico, un Western o lo que fuera. Lo narrativo tiene que ver con personajes, que en algunas ocasiones, muy escasas, poseen más encarnadura que la mayoría de personas que conocemos. Y al parecer, viendo películas todos los santos días, y pensando en películas y novelas a todas horas, debe ser algo al alcance de muy pocos.
Sobre todo en las películas. Pensémoslo bien: tienes dos horas, a veces una hora y media, para perfilar unos personajes, y contar una historia en la que algo les sucede a esos personajes, y has de narrar una peripecia, y cerrar un final, y tienes secuencias en las que no estás contando nada de eso, sino que estás levantando un mundo ficticio, o estás creando otros personajes secundarios. No es como una novela, o en una serie, soportes en los que tienes más tiempo para ir dibujándolos con un poco más de margen. En una película no hay margen para nada. El personaje tiene que estar ahí desde el mismo principio, propiciado, en primer lugar, por una minuciosa y exacerbada labor de casting, y en segundo lugar por la imaginación combinada del director (que es el creador del personaje), y del intérprete (que es el segundo creador, definitivo, de ese personaje, en complicidad con el director), y ambos saben, cuando son inteligentes, que el personaje ha de estar ya, completo, en el primer plano en el que aparezca en la película.
No importa que sea protagonista o secundario. Eso no tiene nada que ver. Cualquier personaje es importante, y a veces los secundarios lo son más que los principales, porque ofrecen una visión más global, más absoluta y nítida, del mundo del director y de sus artes y de su oficio. Y son igualmente difíciles de crear y sobre todo de cerrar en noventa o en ciento veinte minutos. En demasiadas películas el personaje termina desdibujado cuando parecía que iba por buen camino.
Y esa escena de ‘Blade II’ a la que me refería al principio… en realidad me recordó vagamente a otras películas en las que, como en un Western, vemos a un grupo de personajes, algunos mejor avenidos que otros, enfrentarse a un gran peligro, e ir desplegando sus diversas personalidades a medida que la aventura se va complicando. Como por ejemplo en ‘Tiburón’ (‘Jaws’, Spielberg, 1975), pero ahí solamente hay tres personajes. No es tan complicado como en otros casos en los que tienes a seis, o diez, o doce. Por eso al final siempre acabo recurriendo, en mi memoria, a una de las más grandes en este sentido (y en otros sentidos también), la insuperable ‘Aliens’ (1986), de James Cameron, en la que si a la docena de marines sumamos a la protagonista, Ripley, a la niña, Newt, al burócrata sin escrúpulos, Burke, al androide, Bishop, al teniente, Gorman, y los dos pilotos, tenemos nada menos que a diecinueve personajes, unos con más relevancia, lógicamente, que otros, pero todos perfectamente dibujados desde el mismo principio, con personalidades muy marcadas y diferenciadas unas de otras, y que crean un grupo completamente vivo, creíble y sobre todo plausible.
Por otro lado, en el filme de del Toro, que nunca ha sido un gran cineasta, ni mucho menos, el grupo llamado Blood-Pack, con el vampiro Blade a la cabeza, son meras sombras de sombras. No son personajes reales, sino títeres sin vida, con mucho tatuaje y mucha sonrisa y gestos de malotes, y nada más. Ni siquiera Reinhardt, interpretado por el buen actor que siempre ha sido Ron Perlman, es un personaje con entidad. No te lo crees, ni tiene fuerza, ni hay imaginación en él, verdadera imaginación, porque no hay verdadera imaginación en del Toro más allá de sus elaborados maquillajes y sus aparatosos efectos especiales. Al igual que en ‘Aliens’, su grupo de personajes se enfrenta a una aventura sangrienta y terrorífica, pero te da igual, porque los personajes no te interesan. Ni están vivos, ni están bien dibujados, ni tienen entidad ni puedes sentir empatía por ellos.
Pero en ‘Aliens’ sí, y muchos de esos personajes no son positivos, ni luminosos, ni nobles, ni nada por el estilo. Pero te interesan sus destinos, sus relaciones, sus reacciones. Son un espejo certero de ti mismo y de cómo reaccionarías en esa situación tan límite. Y esto sucede con todos los caracteres, aún los más episódicos, pues asistes a una vida real, tan real o más que la vida misma, y su muerte, generalmente horrible, te impacta como si una verdadera vida se hubiera perdido, con todas sus posibilidades, con todos sus errores. La muerte de Vazquez, el sacrificio de Gorman a su lado, al que tanto ella ha odiado, su expiación, te golpea verdaderamente. Aún más: te conmueve. Porque te lo crees, y quieres que suceda eso, y Cameron lo sabe. Quiere darte la oportunidad de que suceda y de que seas testigo de ese sacrificio.
Muchas veces, en mi archivo de mini críticas, al recordar la película que estoy criticando, puedo ver a los personajes, y otras veces no, y no tengo más remedio que elevar mi opinión o rebajarla, porque crear unos caracteres sólidos es algo que reviste un gran mérito y complejidad.
Me consta que mucha gente prefiere como director a del Toro que a James Cameron. Son cosas que yo no puedo entender, por mucho que me las expliquen. Yo no es que prefiera a James Cameron, como cualquier estúpido fanboy, y por eso me gustan más sus personajes. Es que veo una película de James Cameron, aún la menos lograda, y encuentro valores narrativos, tales como por ejemplo la creación de personajes, todos ellos con entidad, bien dibujados, emocionantes, cuyas interrelaciones, réplicas, dinámicas internas, rasgos de personalidad, son interesantes. En el caso de del Toro esto no ocurre, y por eso su cine no me interesa, más allá de absurdas filias o fobias. Un personaje, tanto en cine como en literatura es una extensión de la mente del creador, una plasmación de su universo cinematográfico y literario, y una cristalización de su puesta en escena o de su estilo literario. Estás accediendo al interior más íntimo de ese creador, y allí vas a poder ver de qué pasta está hecho, qué criaturas pueblan ese interior, de qué molde, de qué sustancia se han fabricado.
Los personajes son una parte esencial de una ficción narrativa, y me temo que mucha gente, asombrosamente, no les presta atención, o no lo tienen en cuenta para valorar a la película o al director. Y yo, que escribo estas líneas siempre para hablar de cuestiones narrativas, no puedo entenderlo.
Hace poco vi ‘1917’ y pese a las buenas virtudes en la ambientación no puede sentir ningún tipo de empatía por el protagonista. Y es una pena, pues no es poco el peso de dicho personaje.
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No la he visto, colega. Ya la veré, aunque la filmografía de Mendes dista mucho de ser ejemplar.
Yo no sé si he podido decir todo lo que quería decir sobre los personajes en este artículo, pero además de la empatía, creo que son uno de los valores más firmes de cualquier narrativa.
Saludos!
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Ciertamente, y creo que en las series tienden a descuidarse un poco dado el formato, pese a que como dices, el tiempo para una buena confección es mucho mayor que en el cine. Con el mimo adecuado pueden salir grandes personajes como Walter White (Breaking Bad), Tony Soprano (Los Soprano), gran parte de los de ‘A dos metros bajo tierra’ (mil gracias por descubrirme la serie en su momento) o el Rust Cohle de Matthew McConaughey del que hablaste hace bien poco de True Detective.
Otras series como Fargo, Olive Kitteridge o Chernobyl (pedazo de miniserie, para mi gusto) creo que han dejado grandes interpretaciones. He de ver Deadwood, que todavía la tengo pendiente.
Por otro lado ‘Juego de Tronos’ creo que no supo gestionar nada bien sus personajes, dejando al final al espectador un poco descolocado.
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Pues tienes que ver ‘Deadwood’. Todas las recomendaciones que te hagan son pocas. Serie truncada pero genial, trágica, descarnada, brutal y definitiva.
A mí ‘Juego de tronos’ me gustó hasta el final, aunque me consta el cabreo del personal con ciertas cosas. Pero incluso en el caso de la Daenerys creo que fue fiel hasta el final con su personalidad.
Un saludo!
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