Fundamentos críticos ante una obra narrativa (III): ejemplo cinematográfico

Tras invitar a profundizar en temas tan trascendentales como el «para qué» de una obra narrativa, las intenciones y los resortes iniciales que llevan a un autor a afrontar un material narrativo determinado, de una manera determinada, y no otro material y de otra manera; tras comentar, al menos por encima, conceptos tan importantes (aunque en lo global secundarios), como los diálogos, la estructura, la fuerza expresiva, la creación de personajes y de atmósferas, la pertinencia y rigor de la figura del narrador, los tiempos y espacios narrativos, el tempo, el ritmo, la musicalidad, la elipsis narrativa… todos ellos supeditados (al igual que la prosa, o la fotografía, o el montaje) a la dirección o la intención final de la película o la novela, y el estado de ánimo y la idea esencial que el autor quiere inocular al lector/espectador, después de todo eso creo que es necesario poner dos ejemplos (uno cinematográfico y otro literario) para aplicar estos conceptos que intento desarrollar, y así poder ver más claro a qué atenerse cuando decidimos valorar de forma objetiva, y no viciada por gustos o fobias personales, una obra narrativa en su totalidad y en sus partes.

Porque a veces hay que preguntarse, muy seriamente, qué valoran, qué ponderan y analizan, tantos comentaristas, críticos (cualificados o no), especialistas, tuiteros, blogueros, aficionados al cine y a la literatura en su vertiente más narrativa (novela, relato corto o largo) que abundan por ahí, cuando se deciden a escribir y a persuadir a otros de que sus gustos y opiniones merecen escucharse o leerse, algunos de ellos después de haber visto literalmente miles de películas o de haber leído cientos de novelas y relatos, y te comentan que aquel título se merece cinco estrellas, o diez puntos, o aquel título de más allá se queda con un cuatro raspado o quizá podría quedarse en un uno. Particularmente, el autor de estas líneas no encuentra una coherencia de base, una teoría o visión de la narrativa original y personal, y por tanto argumentable y defendible, en casi ninguno de ellos… más bien una colección de ocurrencias, una amalgama de aprendizajes y lugares comunes, de apropiación de ideas caducas mezclada con algo de audacia en la selección de los materiales. Mi objetivo es aportar otra cosa, pues el lector u oyente de críticas o comentarios se merece otra cosa, algo más manejable con lo que poder, a su vez, construir su propia teoría y ser capaz de desarrollar una visión crítica de las obras narrativas.

Para ello vamos a establecer una comparativa (esencial en crítica, como luego veremos), entre dos películas: ‘Alien’ (1979), de Ridley Scott, y ‘The Thing’ (1982) de John Carpenter. Dos filmes bastante similares en su temática y en su construcción, que finalmente no pueden ser más opuestos en intenciones, ejecución y resultados.

Alien (1979)
The Thing (1982)

Se trata de dos películas famosas, sobre todo la primera, que fue la que consagró internacionalmente a Ridley Scott y la que se convirtió en todo un icono del cine de terror. Menos se conoce la segunda salvo por los aficionados al género, para los que es un verdadero tótem. Dado que son dos películas de argumento similar, y de estructura no demasiado diferente, merece la pena valorarlas con las herramientas y los conceptos que hasta ahora he desarrollado en este ensayo.

Ambas cuentan la historia de un grupo de personas enfrentadas a una criatura alienígena que poco a poco va a ir mermando su número y convirtiéndose en una verdadera amenaza para la humanidad. Una transcurre en una nave espacial que va camino de la Tierra, y la otra en una estación científica, en la Antártida, es decir dos lugares remotos y aislados, en los que no cabe posibilidad de huida. En ambas se nos dibuja a un grupo de compañeros, mejor o peor avenidos, que deberán enfrentarse a un horror absoluto y plantarle cara en la medida de sus posibilidades, compañeros encerrados en una estructura (estación científica o nave espacial) en la que puede asomar la muerte y lo espeluznante en cada esquina. Ahí acaban las semejanzas entre ambos títulos, y es imposible imaginar a Carpenter filmando ‘Alien’ y a Scott filmando ‘The Thing’, porque al final los cineastas acaban marcando su propio camino, para bien o para mal, y no existe el azar. Bajo mi punto de vista, que ahora argumentaré, ‘Alien’ es una excelente película de terror, con algunos momentos realmente excelentes, pero ‘The Thing’ es una obra maestra rotunda, superlativa. Y esto no es cuestión de gustos.

Empecemos por el para qué, ese ponerse en el lugar del director al que aludía yo en el capítulo anterior: ¿por qué decide Scott hacer ‘Alien’ y por qué decide Carpenter hacer ‘The Thing’? Algunos dirían «para dar miedo al espectador». Vamos a intentar ir un poco más allá, si no es inconveniente, porque por suerte podemos ver la trayectoria, ya larga, de uno y otro director. En el caso de Scott, parece muy influido por Stanley Kubrick y su ‘2001, A Space Odyssey’. Se percibe un regusto esteticista en el montaje y sobre todo en la fotografía. En otras palabras, quiere hacer terror, pero quiere además hacer cine ambicioso, artístico, por llamarlo de alguna manera. La dirección artística, en algunas partes, es ostentosa, casi barroca en su ostentación. Las imágenes de la nave alienígena, el diseño del monstruo, son casi góticos. Poco importa que estemos en el espacio, perfectamente podría habernos situado en un castillo medieval. La Sci-Fi parece aquí una mera excusa. Y se apoya enormemente en una fotografía (firmada por Derek Vanlint) magnífica, plena de claroscuros, de reflejos, de luces parpadeantes.

Vayamos a Carpenter, rendido admirador de las películas de Howard Hawks, y que encontró aquí la posibilidad de hacer otro western, otra historia de un grupo de caracteres amenazados por un peligro exterior como podría serlo ‘El Dorado’ (1966) o ‘Río Bravo’ (1959), con el aliciente de que el proyecto era un remake de ‘The Thing from Another World’ (1951), dirigida sin acreditar por el propio Hawks. Lo que se percibe, viendo el filme de Carpenter, es que quiere dar miedo en algunos momentos (¡y desde luego consigue aterrorizarnos!), pero sobre todo lo que quiere es escribir un relato sobre la paranoia y sobre la dificultad de confiar en el otro. Ya que su criatura es capaz de copiar a la perfección a cualquier persona, nunca sabremos realmente quién está infectado en cada momento ni en quien confiar. Y todo esto lo narra Carpenter de manera mucho más austera que Scott, con una fotografía también magnífica del gran Dean Cundey que sin embargo no llama la atención sobre sí misma, sino que está subordinada (es un medio, no un fin) a aquello que se está contando, y lo mismo sucede con su montaje y con su diseño de producción, esos elementos «menores» pero fundamentales para llevar a buen término un filme.

¿Y el tiempo y espacio narrativos? Scott es un maestro en el espacio como forma esteticista, pero no se percibe que se introduzca en la mente y el ánimo de sus personajes para crear tiempos narrativos definidos, ni mucho menos contraponiendo o fundiendo dos o más entre sí, como sí hace Carpenter, que narrativamente es mucho más interesante pues concede a cada personaje su tiempo y su narrativos, y los va alternando y combinando entre sí para crear un trenzado de caracteres que es pura narrativa.

Pasemos al tono, al ritmo y a la atmósfera, y terminemos en la dirección de actores. Tono, ritmo y atmósfera se alcanzan con la estrategia narrativa de la puesta en escena. ¿Cuáles son los de ‘Alien’? Los de una pesadilla gótica, con un tono de frío horror (brillantemente intensificado por los elementos de Sci-Fi como los pasillos, las habitaciones, las luces, los claroscuros, la música de Goldsmith), de infierno sin salida, en el que los personajes, bastante prototípicos se limitan a poco más que huir o morir. ¿Cuáles son los de ‘The Thing’? Los de una aventura, un survival, al límite, en el que el horror se alterna con la tensión y la angustia, y en el que la gelidez del exterior no impide una poderosa vehemencia y una candente lucha por sobrevivir de sus personajes. Scott es un genio en la atmósfera (en realidad, es su gran virtud), pero Carpenter no se queda atrás con su uso inquietante y magistral de la steadicam por ese pasillo que es casi un leit-motiv en sí mismo, con ese realismo exacerbado, doloroso, en el que se inserta de manera totalmente convincente un elemento tan improbable como un alienígena casi invencible, con el empleo de la imponente música de Morricone. Con estos mimbres, ¿cómo dirigen Scott y Carpenter a sus actores y cómo crean sus personajes? A Scott no parecen importarles mucho. Su dirección es tremendamente efectiva, pero desapasionada. Sus personajes son arquetipos, no seres de carne y hueso, pero cuenta con actores tan buenos como Sigourney Weaver, Tom Skerrit o Ian Holme. Carpenter crea personajes mucho más interesantes, y sobre todo una relación entre ellos mucho más rica, mucho más palpitante, en la que cada mirada, cada frase, es un doble sentido, y en el que las decisiones y motivos de cada uno están perfectamente definidos.

Para terminar, ¿cómo concluyen? ¿Qué poso deja en el espectador? Por mucho que ‘Alien’ sea una masacre en la que muere toda la tripulación menos una, Ripley (a la que Sigourney Weaver pudo dotar de mucha más entidad en la segunda parte), la sensación que tenemos es la de victoria. Pírrica, pero victoria. El alienígena ha sido vencido y expulsado de la nave y Ripley, y nosotros, podemos descansar por fin. ‘The Thing’ es muy diferente. Las muertes de los compañeros son mucho más espantosas y al final tenemos la sensación de que la criatura no ha sido vencida, y de que la pesadilla no terminará nunca. La paranoia ha salido de la pantalla y se ha instalado en el espectador. Es el final más pesimista y sombrío posible, y por eso no es de extrañar que ‘Alien’ fuera un enorme éxito y que Scott aún siga trabajando en su errática carrera, mientras que ‘The Thing’ fue casi un fracaso y Carpenter hace muchos años que no trabaja y parece difícil que vuelva a hacerlo. Al final, Scott hizo una buena película de terror para impresionar al espectador y conseguir un gran éxito, mientras que Carpenter hizo una obra maestra del cine, para hablar sobre la condición humana y poner en un aprieto al espectador.

Si en una obra narrativa, el narrador, los personajes, el tiempo y el espacio narrativos, son tan ricos e interesantes como en ‘The Thing’, además de un final devastador e inolvidable, tenemos una obra maestra. Si tenemos una construcción tensa y terrorífica, con algunos momentos culminantes y una tensión muy lograda, pero con personajes un poco acartonados y unos tiempos narrativos escasos o toscos, como en ‘Alien’, además de un happy ending, por muy bien hecho que esté, tenemos una buena película. Luego los gustos de cada cual son cosa suya, pero en narrativa algunas cosas son inapelables.

11 respuestas a “Fundamentos críticos ante una obra narrativa (III): ejemplo cinematográfico”

  1. Muchas gracias por la labor que has realizado con estos artículos que, la verdad sea dicha, son para estudiar con profundidad.

    ¿Tienes pensado escribir sobre ello o con esta entrada finalizas con los fundamentos? Personalmente, me encantaría ver algún otro ejemplo aplicado a la literatura o incluso al cómic, para indagar más en las particularidades de estos medios narrativos.

    Un saludo y gracias nuevamente.

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    • Gracias a ti, JJ, por tantos ánimos y por valorar tanto mi trabajo!

      Tengo pensado seguir escribiendo, con un ejemplo literario, y quizá con otras entregas. No me siento tan preparado como para valorar narrativamente un cómic, pero quizá haga críticas de ellos en Cinema & Letras.

      Un abrazo grande!

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