Volviendo a releer esta maravilla totalmente (tristemente, paradójicamente) desconocida que es ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’, del inigualable Miguel de Cervantes, me doy cuenta de una vez, o por mejor decir, me convenzo a mí mismo de que no siempre los de Cátedra aciertan, y es que esta que tengo en mis manos más que una edición crítica de esta obra maestra, parece una edición «pedante e inoperante», pues su responsable, Carlos Romero Muñoz, que seguro que es un tipo cien mil veces más culto y entendido que yo, en lugar de interpretar la obra en las numerosas anotaciones a pie de página, pareciera que está más interesado en demostrar cuántas obras clásicas conoce y han podido servir de referencia al autor, y en reiterar una y otra vez los errores o lapsus o imprecisiones de Cervantes antes que en desentrañar y mostrar las razones por las que es una obra monumental. ¿Qué mas me da a mí en qué obra clásica (muchas veces, cogida por los pelos) podemos encontrar una alusión previa a esa frase o a esa solución cervantina, o si lo que quiere decir tal personaje es algo que sugiere un desatino de su autor? Sin embargo, en lugar de demostrar torpezas o errores, lo que hace el tal Romero Muñoz, las más de las veces, es señalar involuntariamente las numerosas trampas y los vericuetos por los que el muy hábil Cervantes nos lleva sin que nos demos cuenta, y es que este hombre era demasiado inteligente incluso para los críticos de hoy en día.
Queda ya demostrado que el tiempo es una cosa cíclica, no lineal, y que los eventos se repiten y se superponen unos sobre otros, como capas de una cebolla: resulta que el impresentable de Teodoro García Egea ha afirmado que tanto él como Pablo Casado se van a remojar en el Mar Menor para demostrar que está «mejor que nunca», y claro, todo el mundo se ha acordado, como no podía ser de otra manera, de la famosa foto de Manuel Fraga bañándose en la playa de Palomares en 1966 tras la caída de cuatro bombas termonucleares en aguas cercanas a ese punto. Lo del Mar Menor, que de pronto todo el mundo parece escandalizado con ello, pasa todos los putos años, absolutamente todos, porque eso es una catástrofe medioambiental de proporciones desconocidas incluso para los que están en el ajo. Y seguirá pasando porque nadie quiere hacer lo que se debería haber hecho: limpiar toda la zona y cumplir con una ley de 1987 que nadie ha querido cumplir. «Mares menores» en el mundo hay muchos, y demuestran que el ser humano, sobre todo en su faceta turística, es una plaga, y que poco nos pasa para los despropósitos que somos capaces de perpetrar… Y lo del PP no es una plaga, es directamente el club de la comedia.
Escuchando mi propia voz en el primer episodio de ‘Cíclopes & Minotauros’ me doy cuenta no solo de que no me gusta nada mi propia voz (como al parecer no le gusta prácticamente a nadie) sino que además, muchas veces, doy una intención tonal a la frase muy distinta de la que pretendo. En otras palabras, que en mis oídos parece que estoy muy serio cuando digo algo y al oírlo en el programa parece que estoy como irónico, y a veces juraría que he imprimido el tono más neutro o más seco o menos soberbio de todos los tiempos, y luego resulta que no, que sueno de manera totalmente diferente a como pretendía o a como creía que sonaban mis palabras. Qué curioso. Y me pregunto si eso pasará también con mi forma de escribir: a mí me parece mucho más sosegada y argumentada que la del 90% de la gente que leo por ahí, pero quizá a los que me lean, a algunos, o a muchos, les parezca soberbia o pedante o fuera de lugar. Imposible saberlo.
Descubro, no sé si asombrado pero desde luego sí bastante sorprendido, que se ha hecho un videojuego de la película de Alfred Hitchcock de 1958 ‘Vértigo’, que se titula ‘Alfred Hitchcock Vertigo’ y se subtitula «Can You Trust Your Own Mind?». Eso sí, con personajes completamente diferentes al Scottie de James Stewart o a la Madeleine de Kim Novak, y con una trama también diferente. Entonces… ¿Por qué se llama ‘Alfred Hitchcock Vertigo’? Hay muchas cosas que no entiendo de los videojuegos, y supongo que al final eso de los videojuegos y el cine dará para el debate más encarnizado de todos los tiempos en el podcast (JJ está esperando ansioso tal evento), pero hay una cosa que tengo bien clara: si en el cine muchos directores son bastante menos inteligentes de lo que parecen, en los videojuegos los creadores adolecen de una ingenuidad y de un candor casi desarmantes. Y eso que la película de Hitchcock me parece enormemente sobrevalorada y por momentos ridícula y sin pies ni cabeza, pero eso no tiene nada que ver. Con videojuegos como ese uno pierde la esperanza en un soporte que casi nunca da alegrías narrativas.
Viendo por fin el segundo capítulo de ‘It’, la adaptación al cine de la novela de Stephen King, me reafirmo: algunas adaptaciones no deberían llamarse así, sino que deberían dejar claro que son muy libres traslaciones a la pantalla de originales literarios. No solamente que la película es muy mediocre (que lo es), sino que gran parte de lo que sucede en ella no sucedía en la novela de King. He leído a veces la fórmula «guión inspirado en» o cosas parecidas, que son más justas para casos como este. Las adaptaciones, vaya por delante, no deben ser nunca literales… pero otra cosa muy diferente es que deban ser casi otra historia distinta. Es como si en ‘El Padrino’ en lugar de que sea Michael el que coge las riendas de la familia lo hiciera Fredo, o como si en ‘El sur’ la niña tuviera una relación incestuosa con su padre. Un sinsentido total. Pero King parece encantado con estas adaptaciones tan chuscas y tan torpes, incluso de sus mejores novelas. Veremos algún día lo que han hecho con la serie sobre ‘Apocalipsis’, sin duda su mejor trabajo, esperando que Randall Flagg no sea un bufón sin la menor gracia, y que el virus «Capitán Trotamundos» en lugar de ser una supergripe no sea… yo qué sé… una variante genética lanzada al espacio por alienígenas venidos de Marte.
Último disparo de este revólver: parece que sigue candente lo del tema Ibai y se están multiplicando los debates (si debates se les puede llamar) que discuten sobre si tiene más vigencia internet que los medios de información «tradicionales». Yo hablé aquí sobre el tema Ibai (que me parece una tomadura de pelo), pero sobre ese debate diría que no hay tal debate. Las radios y las televisiones van a seguir existiendo, y es más, se van a seguir sirviendo de internet para llegar a más oyentes y más televidentes, y los chavales sin la menor preparación como Ibai pero con doscientos millones de seguidores se van a seguir aprovechando de este medio para seguir medrando y para que perdamos el tiempo con discusiones estériles que no llevan a ninguna parte. Es lo que pasa cuando el grueso de películas se hacen para chavales, y cuando el grueso de novelas se escriben para chavales, en lugar de para espectadores o lectores exigentes. Y es lo que pasa cuando la comunicación se deja en manos de chavales para chavales: que todo es una tomadura de pelo y una broma y un meme. ¿A alguien le sorprende?