En su comentario a ‘Corazón salvaje’, en el festival de Cannes de 1990, Roger Ebert comenzaba de esta manera: «Hay algo dentro de mí que se resiste a las películas de David Lynch». Remito a mi breve manualito de cómo no escribir crítica cinematográfica o literaria e insisto en que la mayoría, cuando quiere hablar de algo, habla sobre sí mismo. A nadie le interesa qué hay dentro de Roger Ebert, lo que le interesa es qué hay dentro de ‘Corazón salvaje’, o por lo menos debería interesarle. Continuaba este señor ganador del Pulitzer diciendo que podía encontrar algunos rasgos de grandeza en ‘Blue Velvet’ y ‘Wild at Heart’, pero al final se sentía manipulado, indignado, por un estafador muy listo que tratara de engañarle.

Nada nuevo. Por lo menos le puso dos estrellas y media (de cuatro, que si no recuerdo mal entregaba este hombre como máximo). En España, el recalcitrante Boyero dijo que era un filme detestable. Boyero es de esos puristas que no aceptan que los directores tengan una visión, sino que lo que quieren es que le cuenten historias sencillas. Por eso siempre le han gustado mucho ‘El hombre elefante’ y ‘The Straight Story’. Por su parte, otro cronista español, al que por cierto yo seguí durante muchos años y leí con sumo interés todo lo que publicaba, Ángel Fdez-Santos, dijo que era un filme por encima de la media. Yo no sé si eso es decir mucho. Creo que eso no es decir nada, en realidad. Nunca le gustó demasiado Lynch. En su crítica de ‘The Straight Story’, a la que calificó de obra maestra, dejó esta preciosa perla: «Si se muerde el anzuelo que suele echar David Lynch en la pantalla, uno pica en el oportunismo más listo, o menos tonto, de una modernez que va de exquisita pero se queda en adocenada. Lynch cultiva un cine de muy buena factura pero lastrado por el juego al guiño cómplice, que sólo concierne a los devotos de la originalidad por la originalidad y el prurito de la innovación a cualquier precio, degradación de la idea de vanguardia en caverna reaccionaria que conduce a esas audacias de sacristía de que se alimenta el llamado cine de culto, religión de pub pijo adoptada por cerebritos elitistas que se sienten distintos porque ignoran que todo verdadero acto artístico comienza y termina en el territorio de los hombres comunes. Lo que distingue a Lynch dentro de las sectas de la modernez es que es dueño de un infalible olfato profesional, lo que le hace más peligroso que los demás, porque engaña mejor». Muy de acuerdo en que todo acto artístico comienza y termina en el territorio de los hombres comunes, pero es notable cómo concuerdan sus ideas con las de Ebert.

Por lo visto, somos unos «cerebritos elitistas» que nos sentimos distintos y estamos instalados en cavernas reaccionarias porque filmes como ‘Corazón salvaje’ nos dejan con la boca abierta. Ahora seguiré con eso, pero antes, otra perla, la que escribió Casimiro Torreiro, también en El País, el 27 de abril de 1997 (cómo pasa el tiempo, muchacho…) en su crítica sobre ‘Carretera perdida’ titulada ‘Interior-Exterior’: «…lo cierto es que David Lynch está metido desde hace cierto tiempo en un virtual callejón sin salida. El fracaso, incluso entre sus seguidores incondicionales, de Fire Walk with Me (inédita comercialmente en España) le apartó cuatro años del cine, y no parece que un filme tan hermético y en el fondo tan profundamente arbitrario como es Carretera perdida vaya a modificar ni un ápice la situación en que se encuentra el cineasta estadounidense. (…) El doble viaje, en realidad triple, que el film propone -un viaje hacia el interior de los personajes y un viaje exterior, hacia un lugar situado en medio de la nada, al que podríamos sumar otro, éste metafórico, de David Lynch hacia, él también, ninguna parte de su errática carrera se nos antoja así un itinerario estéril». Ahí es nada. ¿Cómo es posible que dos filmes tan importantes de la historia del cine estadounidense como ‘Corazón salvaje’ y ‘Carretera perdida’ sean despreciados, rechazados con tanta dureza? ¿Cómo es posible, también, que un tipo ganador del premio Pulitzer, nada menos, diga que ‘Corazón salvaje’ es una comedia, que le paguen por eso?

Resulta que algunos pensamos que David Lynch es un genio, uno de los pocos autores del cine estadounidense (y mundial) y por tanto uno de los escasos verdaderos directores que ha dado el medio. Pero otros, muchos, entre ellos críticos de cine de renombre (bueno, en algunos casos el renombre lo dejaremos para otro momento…) piensan que es un estafador, un tipo que hace películas detestables y que engaña al espectador. ¿Dónde está la verdad?

La verdad es que David Lynch, como Terrence Malick, como Lars Von Trier, como Paul Verhoeven, como James Cameron, como George Miller, como John Carpenter, como Enrique Urbizu, como Zhang Yimou, como alguno más que todavía anda por ahí, es un cineasta con una visión, y generalmente hay que estar a la altura de esa visión para comprender lo que se nos está mostrando. No se puede analizar sus filmes con las herramientas convencionales porque ellos no son convencionales. No se puede pretender etiquetarlos en ideas preconcebidas, porque lo primero que salta a la vista en su cine es que se resisten a cualquier lugar común. Es eso, y no otra cosa, lo primero que tiene que percibir un crítico profesional. Se podría decir que el cine de estos individuos perdurará muchos años, y que ya nadie se acordará de los críticos nombrados, de los que el único que tenía algo era Fdez-Santos, a pesar de que a veces, como en el texto nombrado, se le escapara la fuerza por querer despreciar visiones que se escapaban de su entendimiento, demasiado fraguado en el teatro y el cine mal llamado clásico.

Sea como fuere, sigo pensando que es necesario leer toda la crítica cinematográfica y literaria, tanto europea como estadounidense y de otros lugares del mundo. Aunque sólo sea por observar el modo en que se empecinan en despreciar el genio, ya te sirve para afianzarte en tus propias ideas y armarte un criterio.

Deja un comentario